Los acusados utilizaron todo tipo de técnicas para evitar los filtros anti-spam, y provocar que los destinatarios pincharan en una publicidad que hacía variar el valor de las empresas con las que estaban trabajando. Usaban falsas cabeceras en los mensajes, además de tratar de usar botnets para propagar estos mensajes.
La pena máxima a la que podrían ser acusados es de 20 años de prisión y 250.000 dólares de multa. Ralsky ha sido calificado como uno de los spammers más activos de los Estados Unidos, y según los informes sólo en verano de 2005 su oleada de emails de spam hizo que ganase nada menos que 3 millones de dólares. “Este es el mayor negocio del mundo”, afirmaba Ralsky, “nunca lo dejaré, me encanta lo que hago”.
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