Un autraliano de 81 años se suicidó en vísperas de la primavera construyendo una cabina suicida robótica, desesperado porque no podría volver a vivir con independencia. Se informó a través de Internet, se descargó unos planos, construyó el robot y le colocó una pistola semiautomática, capaz de disparar cuatro tiros a su orden. Se puso en la línea de fuego y dio la orden. Pone los pelos de punta y hace a uno plantearse un par de cosas sobre la eutanasia (¡tranquilos, no pienso meterme en cuestiones políticas!), aunque no puedo dejar de preguntarme por qué no se disparó él mismo si era capaz de hacer todo eso. También me pregunto si es buena idea enseñar a los robots a matar, claro que la historia de las máquinas para matar tiene una larga tradición, Futurama incluido, como muestra Bill Christensen en su artículo de LiveScience. — Rafa M. Claudín [GoldCoast vía LiveScience]
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