Desde principios de década, los ataques se han multiplicado de forma exponencial, especialmente en los dos últimos años, y han perfeccionado su desarrollo hasta hacerlos cada vez más efectivos y letales. De hecho, si en el último semestre de 2002 se contabilizaban 6.260 ataques, en el mismo período de 2007 eran ya 499.811, algo más del doble que en el semestre inmediatamente anterior y unas seis veces más que en el mismo período de 2006, según las estadísticas de Symantec.
Esta mayor virulencia e incidencia se debe, según apunta Hogan, “a la organización profesional de la actividad”. “Con que una persona clicke en su link”, apostilla el ingeniero de respuesta de seguridad Liam O Murchu, “ellos ya hacen dinero”.
Virus, phishing y, sobre todo, troyanos atacan cada día los ordenadores de los ciudadanos. El número de troyanos ha crecido en más de un 10 por ciento entre 2006 y 2007 y los ‘back door’ en un 2 por ciento. A los ‘malos’ les interesa entrar en el sistema del usuario más que infectar, por lo que los virus se están quedando obsoletos.
Y, mientras, las autoridades no pueden realmente hacer nada para luchar contra estas redes delictivas. “Mi obligación es proteger a mis clientes”, señala Hogan cuando se le pregunta por su relación con la policía, al tiempo que explica que poco podrían conseguir las fuerzas de seguridad ya que los datos sobre los delincuentes que ordenan el ataque son bastante limitados.
La división del trabajo entre esta industria en la sombra hace que entre la orden de ataque y la recogida del fruto de la misma se atraviesen varios intermediarios que llevan a cabo una tarea determinada y limitada en beneficio del bien común. “No son sólo adolescentes que lo hacen por diversión”, reafirma Elia Flavio, “sino profesionales que buscan dinero”.