Lo hemos podido ver en el recién finalizado Tour de Francia, cuando a 5 kilómetros de la meta del mítico Alpe d´Huez el maillot amarillo de Chris Froome se venía abajo, haciéndose además acreedor de una penalización de 20 segundos por recurrir a la ingesta de un gel de azucar con el que reponer fuerzas.
Joseph Wang, de la Universidad de California en San Diego podría haber encontrado si no el remedio al menos la manera de prevenir esos momentos en los que tras una actividad física particularmente intensa el metabolismo aeróbico resulta incapaz de proporcionar al organismo toda la energía que necesita, entrando en déficit y obligando a los músculos a consumir sus reservas de glucógeno y trabajar en modo anaeróbico (sin consumo de oxígeno o consumiendo menos del que sería adecuado).
Es ahí cuando sobrevienen las célebres “pájaras” del ciclismo o se llega al “muro” que en competiciones como el maratón se ubican en el kilómetro 30 de los 42,2 de que consta la prueba. En ese momento se tiene la sensación de haberse quedado literalmente sin energías y aparece una fatiga iresistible. El organismo produce ácido láctico (cuyo efecto al día siguiente serán las “agujetas”) incrementando la acidez en las células musculares pudiendo producir sensación de ardor en los músculos, algo que habrás experimentado al efectuar un ejercicio intenso. Esto tiene como consecuencia la ralentización (cuando no la detención) de los movimientos del deportista para permitir al mecanismo aeróbico entrar en funcionamiento, es decir, que te pares y respires.
Para monitorizar los niveles de ácido láctico en la sangre basta con un simple análisis de sangre, pero no parece muy práctico efectuarlo mientras se está practicando un deporte de esfuerzo prolongado, y aquí es donde llega el profesor Wang.
Dado que los niveles de ácido láctico además de en la sangre se elevan también en el sudor, su equipo ha desarrollado un sensor dérmico que realiza un seguimiento de los niveles de lactato sin perturbar al deportista. El sensor, con aspecto de tatuaje temporal, contiene una enzima que se oxida en contacto con el lactato liberando electrones, los cuales generan una corriente a través del sensor, corriente que será mayor cuanto mayor sea el nivel de lactato. En la práctica el deportista comenzaría a sentir una suave corriente en el lugar donde se haya colocado el “tatuaje”.
Las pruebas desarrolladas fueron muy exitosas ofreciendo una precisión satisfactoria al compararlas con las mediciones efectuadas a los sujetos del estudio tras tomarles muestras de sudor y analizarlas en laboratorio por el procedimiento habitual.
Las mediciones además mantienen total fidelidad en correspondencia con la variación en la intensidad de la actividad del deportista, volviendo a indicar un nivel bajo cuando desciende el ritmo de la actividad. Incluso la medición es capaz de diferenciar los niveles presentes en el caso de un sujeto habituado al deporte y otro que no lo está.
Se trabaja también en la posibilidad de que la corriente producida por la liberación de los electrones presentes en el “tatuaje” pueda ser detectada por un sensor dispuesto en un dispositivo móvil, como un smartphone, lo que facilitaría el desarrollo de una app del estilo de las muchas que se utilizan para hacer seguimiento de la actividad deportiva para incluir también este parámetro.
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