Se trata de unas gafas con una batería, LEDs, un sensor magnético de dirección y una mini-placa para procesar los datos. Por desgracia hace falta más hardware: un pequeño ordenador que nos diga la localización actual (vía GPS). Cuando el usuario anda hacia una dirección en concreto, un LED verde u otro rojo se encienden según la dirección sea la correcta o no.
Es el equivalente al juego de “Frío, frío… templado… caliente… ¡te quemas!”. Según sus creadores, es mucho mejor, en términos de peligrosidad, que los sistemas de navegación usuales. Hombre, sí, pero mientras andas por las afueras no es muy peligroso mirar una pantalla. Y por ciudad tienes el GPS con voz, ¿no es así? De modo que una aplicación práctica de verdad sería el ciclismo por terrenos que no aparecen en los mapas, o cualquier otro deporte en el que pararse a ver una pantallita es un engorro. — Javier G. Pereda [Crunchgear]
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