Un puñado de asombrosos proyectos de impresión 3D

Todo el mundo se está rindiendo al mundo de magia, moldeado y precisión de las impresoras en tres dimensiones. Incluso la beta de Windows 8.1, el nuevo sistema operativo de Microsoft para los ordenadores más clásicos y las tabletas más vanguardistas que ha sido presentado esta misma semana con motivo de la celebración del BUILD 2013, añade driver e interfaz de programación de aplicaciones para este tipo de impresión. Una apuesta inteligente por parte de la compañía de Redmond que permitirá a los desarrolladores de terceros impregnar con esta tecnología de forma nativa sus aplicaciones, que incorporarán un simple botón de imprimir y que podrían dar el espaldarazo definitivo a su implantación a nivel de usuario, esto es, si las ventas del software remontan respecto a los números de la actualización del último año.

Y es que, hasta ahora, el gran lastre de la impresión 3D está siendo su elevado precio, que condena su uso a las cuatro paredes de los laboratorios o a empresas con cierta capacidad de inversión. Por otra parte está el tema de su sofisticación no apta para cualquier persona, a la que está intentando poner freno proyectos como Form 1 que por un precio de partida de 2.299 dólares promete los mismos niveles de calidad que los que exigiría un diseñador profesional. Amazon también se acaba de apuntar a la moda de intentar estandarizar esta tecnología con el lanzamiento de su propia sección para la venta de impresoras 3D y accesorios asociados, con tarifas que bajan incluso hasta los 1.099 dólares. Y consultoras como Gartner predicen que el aumento de la demanda para estos gadgets irá, de forma paralela, agudizando el ingenio y reduciendo los costes de fabricación, como ya lo hizo el comercio electrónico al rebajar los obstáculos de la venta de bienes y servicios.

¿Ciencia real o ciencia ficción?

Por supuesto, poder recurrir a la creación de objetos sólidos capa a capa tiene sus ventajas, que son muchas: la perfección milimétrica, el cuidado del detalle, la reducción de desperdicios, la capacidad de producir elementos finísimos o complejos, la versatilidad, la duración de los materiales y su variedad, la fabricación rápida de prototipos, la producción bajo demanda, la personalización de los encargos, el incentivo a la investigación… Campos tan diversos como la joyería, la automoción, el sector aeroespacial o el de la moda ya se están aprovechando de las posibilidades de la impresión 3D y hay algunos proyectos que están sorprendiendo a compañeros y público en general por su originalidad y aires de ciencia ficción. ¿Por ejemplo? La impresión de células madre embrionarias.

Y es que un grupo de investigadores de microingeniería biomédica de la Universidad Heriot-Watt de Edimburgo ha sido capaz de obtener células madre del tamaño de una gota de agua con la ayuda de una máquina especial que las trata con tanto mimo que las mantiene vivas y conserva su capacidad para replicarse de forma indefinida y evolucionar en diferentes tipos de células. Esta técnica pionera abre la puerta al desarrollo de fármacos “in vitro” y a la realización de pruebas de toxicidad directamente sobre tejidos humanos pero sin poner la salud de una cobaya en riesgo. Aunque eso no es lo más increíble. Lo mejor de todo es que ya se piensa en imprimir estas células en el interior del cuerpo y en crear órganos 3D viables para su implantación médica a partir de una parte del propio paciente, lo que erradicaría la necesidad de esperar por un órgano compatible y evitaría asimismo el riesgo de trasplantes rechazados.

De momento, y a pesar de los adelantos de Organovo que cuenta con un equipo especializado en muestras de tejido hepático, los órganos que se han podido (re)crear mediante impresión en tres dimensiones tan sólo sirven para estudiar sobre réplicas exactas ciertas dolencias. Es el caso de los corazones sintéticos con los que trabajan los cardiólogos del Centro Médico Nacional para los Niños de Washington D.C. -vía The Washington Post– en simulacros que les permiten preparar a fondo operaciones complejas o la simulación de otras partes de la anatomía humana. Más allá de esto, se ha logrado implantar un tubo de plástico bioabsorbible a modo de “remiendo” en la tráquea de un bebé de 2 meses (Hospital Pediátrico C.S. Mott en Michigan, vía The New England Journal of Medicine), se ha diseñado una oreja funcional que percibe sonidos en las mismas frecuencias que sus pares humanas con la ayuda de una especie de antena (Universidad de Princeton en New Jersey, vía Nano Letters) y otra que cambia colágeno por cartílago (Universidad de Cornell en Ithaca, vía Plos One), se ha reemplazado la mandíbula de una mujer de 83 años por una artificial de titanio y biocerámica (LayerWise y la Universidad belga de Hasselt, vía BBC), se ha reconstruido el 75% del cráneo de un hombre estadounidense por otro de plástico impreso (creación de Oxford Performance Materials, vía Gizmodo) y se le ha devuelto su rostro al británico Eric Moger (operación comandada por el cirujano y odontólogo Andrew Dawood, vía The Telegraph).

El poder de la imaginación

Quizás no tan transformador a nivel humano como las anteriores, pero con la misma inquietud por evolucionar a nivel científico se encuentra una iniciativa de la Organización de Investigación Científica e Industrial australiana para aumentar la escala de los insectos que campan a sus anchas por la isla, en ocasiones de dimensiones casi microscópicas, y poder estudiar mejor su anatomía a través de reproducciones hechas con titanio. Y, siguiendo con el influjo médico, la empresa japonesa Fasotec ha ido un paso más allá en la locura para ofrecer a los padres la versión tridimensional y física de una ecografía. Esto es posible previo sometimiento de la embarazada a una tomografía por resonancia magnética que deja ver el feto y tomar sus rasgos para después transformarlo en una figura de plástico cubierta por un vientre materno transparente y todo. Eso sí, el capricho sale en 100.000 yenes (unos 780 euros al cambio) sin contar el precio de la prueba médica.

Imaginación tampoco le falta a otras dos compañías que han abierto una nueva línea de negocio al hacer realidad las creaciones infantiles. Además de guardar una copia del feto a escala y regalársela al niño cuando cumpla la mayoría de edad, como sugiere Fasotec, los padres pueden darles vida a los dibujos de sus críos remitiéndolos a la barcelonesa Crayon Creatures, que se aprovecha de “la inmensa cantidad de dibujos que pueblan frigoríficos, salas de estar y áreas de trabajo” para diseñar juguetes, que apelan a la sensibilidad emocional. ¿Su precio? 99 euros la pieza, más 15 en concepto de gastos de envío. Mientras, la chilena Thinker Thing pasa de los garabatos para introducirse directamente a la mente de los más pequeños de la casa con su máquina The Monster Dreamer que “te permitirá crear tus propios monstruos usando sólo el poder de la mente” o captando los impulsos eléctricos del cerebro.

Del ladrillo a las piezas de arena y aglutinante impresas

Habrá que esperar más de año y medio para ver si se materializa, pero Landscape House, el proyecto del arquitecto holandés Janjaap Ruijssenaars va camino de convertirse en el primer edificio del mundo impreso en 3D. Y no se trata de un inmueble simplón de líneas rectas, sino que se compone de dos plantas con formas redondeadas y espacios abiertos en el interior. El plan es reproducir con una máquina D-Shape y la intervención de su inventor, el italiano Enrico Dini, piezas individuales de 6 x 9 metros que combinan arena con aglutinante inorgánico. A partir de ahí, se irían juntando las impresiones y completando la estructura con hormigón reforzado con fibras.  Ruijssenaars, que es conocido  por trabajos anteriores igual de sorprendentes como una cama que levita gracias al magnetismo, se rodeará asimismo de la experiencia de su compatriota Rinus Roelofs, matemático y artista.

Así las cosas, parece que los límites no existen para la impresión en tres dimensiones. Durante los últimos tiempos se han esculpido con esta técnica bicicletas basadas en nailon, instrumentos musicales (que se pueden tocar), vajilla, comida para astronautas, geles comestibles y hasta carne, ropa de baño y calzado (zapatos de tacón incluidos), lentes para cámaras fotográficas, lámparas (que alumbran), armas (que, para bien o para mal, también funcionan), “miniyos” de facciones idénticas a las personas a las que imitan y robots capaces de moverse, por poner sólo algunos ejemplos de usos prácticos y alucinantes. Quizás algún día dejemos de sorprendernos cuando surjan productos similares y es posible que ese día no tarde mucho en llegar. Hasta entonces, ¿qué es lo que echáis en falta en esta lista? ¿Qué productos crearías con vuestra propia impresora 3D?

Mónica Tilves

Licenciada en Xornalismo por la Universidad de Santiago de Compostela en la especialidad de Periodismo Electrónico y Multimedia. Apasionada de los gadgets, la fotografía digital, el diseño web y el arte. Tras un primer contacto con el mundo de la prensa escrita y con la suficiencia investigadora debajo del brazo, me decanto por los medios online. Cubro la actualidad informativa en Silicon Week desde 2011, además de colaborar en otras publicaciones del grupo NetMediaEurope en España como Silicon News. Ahora en Silicon.es.

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