A pesar de los mil millones de internautas o de los casi 200 millones de páginas web que existen en todo el mundo, Internet todavía conserva algunos vestigios propios de su nacimiento. Concebida en plena Guerra Fría, la Red nació como una aplicación militar de Estados Unidos, un sistema descentralizado de información para que los datos no fueran destruidos en un enfrentamiento nuclear con la extinta Unión Soviética.
A mediados de los ochenta, la Red perdió su carácter bélico y se extendió en el ámbito académico. Entonces, se introdujo el actual Sistema de Nombres de Dominio (DNS, por las siglas en inglés de Domain Name System), que vincula la dirección IP de cualquier ordenador conectado a la Red con palabras fáciles de recordar. La adopción de este sistema fue el primer paso para humanizar esta tecnología y ponerla también al alcance de particulares, empresas e instituciones de todo el mundo. Así, Internet ha llegado a convertirse en lo que es hoy: una herramienta de comunicación y productividad al servicio de todos.
Fruto de su origen, el sistema de dominios ha tenido tradicionalmente algunas limitaciones tecnológicas. Su infraestructura se concibió para los caracteres occidentales, propios del alfabeto inglés. Por tanto, los caracteres propios de numerosas lenguas no se contemplaban inicialmente. En el originario sistema de DNS sólo había cabida para las 26 letras del alfabeto inglés, los diez dígitos numéricos, el guión y el punto. No tenían lugar los caracteres propios de numerosos idiomas, como la eñe del español, la diéresis del alemán o los diversos acentos del francés. Por supuesto, también se quedaban fuera de Internet los alfabetos no romanos, propios de idiomas tan extendidos como el japonés, el chino, el árabe, por citar sólo unos ejemplos. Y también otras lenguas de nuestro entorno más cercano, como el griego o el ruso.
Desde hace unos años, en las extensiones más utilizadas ya se pueden registrar caracteres multilingües del alfabeto latino, como la eñe o los acentos. También, incluso, es posible registrar los nombres de dominio en caracteres no occidentales de algunos idiomas, pero su extensión debe mantenerse en caracteres latinos (.cn, .info…).
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