Se llama Paul D. Ceglia y aunque su nombre no diga ahora mismo nada podría ser uno de los hombres más ricos del mundo: según sus pretensiones, elevadas ante un tribunal y recogidas por la prensa estadounidense, es el legítimo propietario de Facebook.
Verdad o mentira, mientras se juzgan los hechos, el Tribunal ha congelado las acciones de Facebook que no podrán ser vendidas ni compradas de forma provisional y quien sabe si no mientras no se determina la legitimidad de estas acusaciones.
Un contrato firmado con Mark Zuckenberg, el fundador de Facebook, obligaba a Ceglia a aportar 1.000 dólares en 2003 a la compañía, aunque le daba a cambio el 50% de las acciones de la empresa naciente y el derecho a tener un 1% adicional de intereses por cada uno de los días posteriores al cierre del proyecto. En total, ahora sería el dueño del 84% de Facebook, el socio mayoritario y un millonario.
La compañía ya ha declarado a varios medios su disconformidad con el proceso y, al Wall Street Journal, una portavoz ha confesado que la denuncia es “una frivolidad”. Frívola o no frívola, lo único cierto es que en el origen de Facebook no hubo más que extrañas relaciones que han arrastrado a la firma en la actualidad a un via crucis judicial.
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