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Uber vs Lyft, la guerra entre startups más encarnizada

Al hablar de los servicios en los que cualquier particular se puede convertir en conductor o chófer de otro, como Uber o Lyft, se suele pensar que su mayor enemigo son los taxistas. El gremio del taxi, desde luego, ve a estos servicios como el demonio, una competencia desleal clara, con tarifas más bajas gracias al pequeño detalle de que no pagan impuestos. En varios lugares ya han sido prohibidos, pero en otros continúan -o con reglas especiales, obligando a los conductores a responder ante Hacienda.

Esta guerra es de los taxistas contra Uber. Pero a Uber quien le preocupa, el centro de todas sus estrategias más malvadas y sus pesadillas, es su principal competidor: Lyft. Uber fue el pionero, pero la llegada de Lyft y su rápido crecimiento se ha convertido en un problema. Aunque al principio ambas eran bastante distintas (Uber destinada más al lujo, Lyft con una imagen más divertido), esas diferencias se han ido diluyendo, ayudado por el hecho de que en muchas ciudades en las que operan ambas apps, muchos conductores están registrados en ambos servicios.

Y los conductores son precisamente el centro de esa guerra. Según una exclusiva publicada esta semana por The Verge, Uber destina muchos esfuerzos y capital a destruir al enemigo, Lyft. La estrategia que más ampollas ha levantado es la del sistema de reclutamiento de conductores montado por la compañía: un montón de contratados temporales, cuya misión es crearse cuentas falsas en Lyft, pedir coches y, en el trayecto, intentar convencer al conductor de que se pase a Uber. La comisión por conductor podía llegar hasta los 750 dólares.

Lo que más ha sorprendido de esto no ha sido tanto el hecho de que exista ese intento de robo de conductores (en Lyft tienen alguna política similar contra Uber), sino el detalle con el que estaba montado el plan. A los encargados de conseguir conductores se les daban dos teléfonos para poder crearse una cuenta más, teniendo ya en cuenta que en algún momento Lyft los descubriría y echaría del sistema. Recibían toda una serie de guías para actuar: cada cuanto tiempo pedir coche, cómo iniciar la conversación, etc. ¡Había hasta un foro en el que se pegaba el perfil de los conductores convertidos para no intentar reclutar a alguien que ya estaba convencido!

Dominar el transporte del futuro

La guerra, en la que Uber también ha encargado a sus contratados que pidan coches de Lyft y después los cancelen, o que simplemente los tengan dando un par de vueltas por manzanas, con el objetivo de ralentizar el sistema, es encarnizada por una razón muy simple: lo que se juegan es mucho. No se trata de la típica batalla entre startups con servicios similares que quieren hacerse con el mercado. Todas las compañías que se dedican a esto ven que el pedazo de tarta por el que pelean es mucho más jugoso.

En un mundo en el que las ciudades están cada vez más saturadas de coches, en las que es cada vez más difícil aparcar, en un país, EStados Unidos, en el que el transporte público no es una opción válida en muchos casos, la idea de Uber es brillante. Un servicio similar al de los taxis, con todas sus ventajas (ir de un sitio a otro directamente, sin tener que preocuparse por aparcar), pero más barato. ¿Cómo perder?

Los usuarios que usan Uber, Lyft o cualquiera de estos servicios para desplazarse no han hecho más que crecer, por lo que la batalla está en el número de conductores, de coches disponibles, que tiene cada una. Además, van un paso más allá de los taxis, visualizando un potencial más amplio que incluiría servicios como sistemas de reparto en ciudades (MRW y FedEX deben temblar).

Si las autoridades dejan que los servicios operen, es fácil prever que mundo del transporte urbano va a cambiar. El modelo de negocio está claro (llevarse una comisión de lo que ganan los conductores, aunque en plena guerra Uber ha llegado a bajar tanto los precios y ofrecer tantos incentivos que no se están llevando ese extra) y parece sencillo una vez que el sistema esté establecido en las ciudades. Ser la primera app en la que piense un usuario que quiere coger un coche vale muchos millones. Uber quiere destrozar a Lyft y, de forma algo más sutil, Lyft quiere destrozar a Uber. ¿Saldrá alguna viva de esta guerra?

Ana Bulnes

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