La guerra comercial y tecnológica entre Estados Unidos y China que se inició durante el mandato de Donald Trump no se ha atenuado demasiado durante la presidencia de Joe Biden.
Tal y como indica Coface, la guerra tecnológica entre estos dos países se ha intensificado considerablemente desde 2017, a través de un amplio abanico de medidas como aranceles, controles a la exportación y restricciones de acceso al mercado.
“Durante el primer mandato de Trump, su gobierno impuso aranceles a muchos productos chinos y algunas empresas como Huawei fueron acusadas de ciberespionaje y sancionadas, restringiendo su acceso a tecnologías estadounidenses. Estas medidas fueron contestadas por China con acciones equivalentes y la restricción a la importación de determinados productos”, explica Luis Pedraza, director del Grado en Ingeniería Informática de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).
Y la situación no mejoró con la llegada de Joe Biden. “No deshizo estas medidas y tomó otras adicionales, como la Ley de Chips, que busca reforzar la seguridad nacional y reducir la dependencia exterior en la fabricación de componentes electrónicos y generar empleos”, subraya.
A la par, reseña que el presidente demócrata “adoptó un enfoque en el que también buscaba reforzar alianzas con otros aliados internacionales, como la Unión Europea, Japón o Corea del Sur.
Por otro lado, hay que recordar que durante el mandato de Biden se ha aprobado una ley para que las china ByteDance, propietaria de TikTok, venda su aplicación en EE.UU. o la cierre, como contábamos en Silicon.es.
El plazo para adoptar una decisión concluye el 19 de enero, justo antes de la toma de posesión de Trump. Sin embargo, el presidente electo y su equipo, del que forma parte el magnate Elon Musk, se oponen a esta medida y han pedido que la ejecución de la misma se aplace hasta después de que ocupe el Despacho Oval.
“Curiosamente, aunque fue el primero en intentar bloquear TikTok en EE.UU. y forzar su venta a empresas americanas, parece que recientemente no lo tiene tan claro y prefiere que este servicio siga operando en su país por servir como competencia a empresas como Meta”, anota el profesor de UNIR.
Ahora, con el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca, se abre un panorama lleno de incógnitas. Pero lo que parece claro es que la confrontación con el gigante asiático no sólo no va a decaer, sino que se va a recrudecer aún más.
“La guerra entre EE.UU. y China está para quedarse. Es la guerra entre el hegemón y el aspirante. Las formas de Trump son más agresivas o directas, pero no ha disminuido un ápice; si bien Trump, al menos de palabra, está amenazando a todo el mundo, menos a Rusia. Los aranceles están ahora en su boca y los dispara a todos. En mi opinión, veremos al Trump del primer mandato, pero con esteroides”, aventura Jesús Cristóbal, profesor de OBS Business School y director de Sand.
Además, considera que “habrá esfuerzos adicionales para contrarrestar la influencia de China, tanto en proyectos de inteligencia artificial (IA) globales como en la asociación con otros países”.
Igualmente, Pedraza opina que “el retorno de Trump puede suponer un nuevo endurecimiento de las medidas contra China, como el aumento de los aranceles, la intensificación de las sanciones contra empresas chinas”. Además, recalca que “buscará continuar la desvinculación con China a nivel tecnológico”.
Por otro lado, Cristóbal prevé que el nuevo presidente “impulsará programas nacionales de investigación y desarrollo en 6G para garantizar que Estados Unidos lidere la próxima generación de telecomunicaciones”, una vez que “parece que la carrera del 5G se perdió”.
“Esta guerra, cuyo objetivo es dominar las tecnologías del futuro, en particular los semiconductores y la IA, ya ha costado a China cerca de 150.000 millones de dólares en exportaciones perdidas a Estados Unidos, reestructurando los flujos comerciales con una diversificación de las importaciones estadounidenses procedentes de países como México, Taiwán y Vietnam”, detalla Coface
Además, Cristóbal afirma que “el resto del mundo se está desenganchando como consecuencia de esto”, pasando de un escenario de globalización y a otro de multipolarización.
“A la Unión Europea nos está afectando especialmente. Estamos en tierra de nadie. No podemos acercarnos al bando de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y nuestras empresas tecnológicas más importantes se van a EE.UU. buscando ayudas, menos impuestos y energía barata. Aparte de ASML, ¿qué otras compañías de tecnología punta tenemos? La política que estamos siguiendo, de legislar primero e innovar, tampoco nos ayuda para el desarrollo de otras nuevas”, lamenta el experto de OBS Business School.
A pesar de estas crecientes tensiones, la cooperación económica entre EE.UU. y China no ha decaído por completo. No en vano, Coface insiste en que es esencial. “Casi el 30% de la maquinaria de fabricación de semiconductores exportada por EE.UU. sigue destinándose a China. Al mismo tiempo, las importaciones estadounidenses de productos electrónicos procedentes de terceros países (Vietnam, Taiwán, México) incluyen una proporción significativa de componentes chinos. Todo esto ilustra lo esencial que sigue siendo China en la cadena de valor mundial de la electrónica, como proveedor y como consumidor”, puntualiza.
Ante esta situación, las empresas estadounidenses se enfrentan a un dilema en el nuevo mandato de Trump. “Aunque se ven presionadas para reducir sus lazos con China, siguen considerando a este país un socio comercial crucial. De hecho, las empresas estadounidenses han captado el 54% de los beneficios generados por la industria electrónica mundial en la última década, un porcentaje que se eleva al 88% si incluimos a sus homólogas japonesas, surcoreanas y taiwanesas. Al mismo tiempo, a pesar del aumento de las ventas y los importantes avances tecnológicos, las empresas chinas sólo han obtenido el 7% de los beneficios de la industria electrónica mundial, y siguen muy por detrás de los líderes en el segmento estratégico de los semiconductores”, precisa la aseguradora.
Pedraza afirma que esta disputa está afectando a nivel mundial en sectores como la IA, la tecnología 5G y la fabricación y comercio de semiconductores.
“Las sanciones a compañías chinas, como Huawei o ZTE, han supuesto que países de la Unión Europea u otros, como Costa Rica, mantengan alejadas a estas empresas de sus redes 5G. Esto ha provocado que Huawei se defienda legalmente en países como España o Portugal. También es cierto que, salvo el caso de Costa Rica, Huawei no está encontrando la misma oposición en países de Latinoamérica”, apunta.
“Huawei venía siendo uno de los principales proveedores de equipos 5G en el mundo y su exclusión de este sector en muchos países, aunque ha beneficiado a otras compañías como Ericsson o Nokia, ha supuesto una ralentización en el despliegue de estas nuevas redes ante la escasez de suministros. Esto impacta negativamente en el desarrollo de otro tipo de servicios basados en IA o internet de las cosas”, advierte.
“La Ley de Chips en Estados Unidos o el refuerzo en China de su industria de semiconductores con fondos multimillonarios destinados a apoyar a fabricantes como SMIC hacen que ambos países estén generando sus propios ecosistemas, tanto a nivel de hardware como de sistemas operativos y software. Esto hará que todos los actores internacionales deban reposicionarse y reevaluar sus cadenas de suministro. Ante la incertidumbre, muchas empresas están buscando diversificar su abastecimiento en otros países del sudeste asiático, como India o Vietnam”, agrega.
De hecho, considera que el mercado de semiconductores es el más afectado por esta confrontación. “De ellos depende la fabricación de todo tipo de dispositivos, no sólo computadores y teléfonos móviles, sino también vehículos o consolas de videojuegos. La escasez de componentes chinos afecta seriamente a fabricantes como Apple, Microsoft y Google”, afirma.
Igualmente, considera que “uno de los campos de batalla está en el desarrollo de la IA, especialmente de los modelos generativos”. “Ambos bloques están impulsando fuertemente sus correspondientes soluciones. Y hay que tener en cuenta los diferentes enfoques que pueden darse en cuanto al tratamiento de la privacidad de los datos y la seguridad. El enfrentamiento va más allá de la competencia entre ambas naciones o la preocupación por la seguridad nacional. Los desarrollos de los próximos años definirán el futuro de las sociedades y sería deseable una mayor colaboración y la priorización de aspectos éticos sobre la rivalidad para garantizar usos y aplicaciones de la IA que beneficien a todos”, recalca.
Otra batalla que se librará durante el segundo mandato de Trump es la producción de las baterías, que depende del control de ciertos minerales estratégicos. Principalmente, el litio, como contábamos en este reportaje, pero también el galio, el tungsteno o el grafito, “esenciales en el desarrollo y expansión de las nuevas energías renovables”, detalla Pedraza.
“China extrae la mayor parte de las tierras raras y controla la inmensa mayoría de su procesamiento. Como respuesta a las sanciones recibidas, ha limitado a su vez la exportación de minerales como el galio, y se teme que amplíe las limitaciones a otros como el níquel, el tungsteno o el litio”, afirma.
“El control de los minerales necesarios para poner en marcha la cadena de suministro relacionada con la fabricación de semiconductores y baterías eléctricas también va a suponer que los conflictos se extiendan a otras zonas geográficas del planeta donde puedan encontrase estos elementos”, augura.
Coface teme que la intensificación de esta guerra tecnológica con la llegada de Trump desemboque en una fragmentación aún mayor. “El futuro de la industria electrónica mundial podría dividirse en diferentes escenarios, que van del ‘estancamiento tecnológico’ a la ‘fractura tecnológica’. En el escenario más extremo, la creciente rivalidad entre EE.UU. y China, combinada con la aparición de tecnologías disruptivas, podría provocar una ruptura total de las cadenas de suministro mundiales”, expone.
“Podrían surgir entonces dos ecosistemas distintos: uno dominado por EE.UU. y sus aliados; y otro por China, obligando a empresas y países a elegir bando. Esta fragmentación aumentaría la complejidad del comercio, limitando el acceso a los mercados y haciendo más impredecible la competencia”, asegura.
El profesor de UNIR también teme que acabe afectando gravemente a las cadenas de suministro. De hecho, considera que ya lo está haciendo de manera significativa. Además, hace hincapié en las muchas implicaciones que tiene, trasladándose de forma transversal a múltiples sectores.
“Si pensamos en el desarrollo de los vehículos eléctricos, hay que tener en cuenta que China es un proveedor fundamental de componentes esenciales, incluyendo las baterías de litio. Los dos principales productores de baterías a nivel mundial son CATL y BYD, ambos chinos. Las fricciones pueden hacer que los costos de producción de vehículos eléctricos se incrementen y que se retrase su expansión, o que deban buscarse soluciones alternativas. Y en cuanto al software, Huawei está impulsando el desarrollo de su sistema operativo, HarmoyOS, para desvincularse por completo de Android en sus dispositivos”, desgrana.
“La emergencia de dos bloques tecnológicos claramente diferenciados en cuanto a ecosistema de hardware y aplicaciones hará que otros actores deban tomar sus propias decisiones. En este sentido, serán cruciales las decisiones que tome la Unión Europea, para no tener que jugar un doble juego frente a ambos bloques. Mientras que parece que los países occidentales seguirán alineados con EE.UU. y sus ecosistemas; otros, especialmente en África, América Latina y el Sudeste asiático, podrían preferir la oferta china, debido a sus costes más reducidos, emergiendo dos grandes mercados de consumo a nivel global”, comenta.
Junto a esta polarización, Coface habla del riesgo de ‘estancamiento tecnológico’. El profesor de UNIR se muestra de acuerdo. “Esta limitación del comercio y la colaboración entre bloques puede suponer un cierto estancamiento en ciertos sectores”, declara.
“Si se reducen las alianzas y mecanismos de colaboración entre universidades, centros de investigación y empresas tecnológicas, se puede limitar el avance en ciertos sectores como la computación cuántica, las redes 5G o las energías renovables. Y mientras que empresas chinas como Huawei ven limitado el acceso a semiconductores avanzados fabricados por empresas americanas como Nvidia, los fabricantes americanos ven también limitado el acceso a otro tipo de componentes más económicos”, subraya.
De igual modo, pone el acento en que “la falta de marcos normativos comunes y estándares adecuados pueden hacer que en tecnologías como el internet de las cosas proliferen protocolos diferentes e incompatibles entre sí”.
A pesar de todas estas barreras al desarrollo, ve un rayo de esperanza. “En el lado positivo, notamos que los grandes actores son plenamente conscientes de la importancia del desarrollo de todas estas nuevas tecnologías y están desarrollando fuertes inversiones en sus respectivos entornos. De alguna manera, la necesidad por competir en un mercado global también puede suponer un impulsor del desarrollo tecnológico, teniendo en cuenta las limitaciones comentadas antes”, afirma.
Cristóbal, por su parte, opina que más que un estancamiento, podría dar lugar a una ralentización. “Por un lado, China es el gran proveedor y no va a ser fácil encontrar vías logísticas alternativas. Desde luego, va a ser lento. Por otro lado, las restricciones de tecnologías avanzadas de EE.UU. a China, como la IA o la computación cuántica, van a ralentizar mucho el desarrollo de estas tecnologías en China. Esto va a afectar al resto de países, incluida la Unión Europea, de diferentes formas. Incluso algunos países se están viendo beneficiados de momento, como es el caso de Rusia, como proveedor de materias primas”, comenta.
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