Tomás Olivieri: “Animarse a emprender significa salir del statu quo, romper la zona de confort”
El responsable de Diagonal insiste en que emprender nos puede ayudar a vivir la vida que nos merecemos y subraya que esta es “demasiado corta para tener el trabajo equivocado”.
En 2001, cuando Argentina pasaba por su mayor crisis, Tomás Olivieri decidió transformarla en oportunidad. Por eso creo Diagonal, una fundación para ayudar a mayores de 45 años a cambiar de trabajo o encontrarlo. O incluso a crear sus propias empresas. Porque nunca es tarde si la aptitud es la adecuada. Nunca es tarde para seguir una pasión, un sueño o una meta. Nunca es tarde para renacer. “Hay gente que durante 50 años no ha sabido lo que era. Cuando se quedan si su empleo de toda la vida tienen que volver a nacer”, comentaba el argentino en el evento ‘Events to Change. Emprender para cambiar’, celebrado en Madrid hace unos días. “
En Diagonal se trabaja mucho sobre las personas, el ingrediente base de cualquier iniciativa emprendedora. Olivieri concibe el emprendimiento como una forma de salir del statu quo, de vivir la propia vida “porque al final nadie la vivirá por ti”. Según su planteamiento, quedarse en la zona de confort es una justificación perfecta para no hacer, no crecer, no arriesgarse, no vivir. No es fácil abandonarla, porque en ocasiones solo creemos lo que nos dijeron que somos y “no lo que realmente somos”.
El responsable opina que lo que realmente nos impide ser la mejor versión de nosotros mismos es el miedo y parte de ese miedo viene por el sistema, que nos obliga a mantenernos ahí. “Cada uno tiene dentro una semilla que puede germinar y cambiar todo el sistema. Estamos tan programados a sobrevivir que cuando viene alguien a subirnos a un globo nos asusta”, asegura.
Olivieri dedicó unos minutos a ITespresso para hablar de su fundación y de su concepción del emprendimiento:
– ¿A Grosso modo en que consiste Diagonal? ¿Qué hacéis allí?
– Somos una ONG que trabajamos con personas ‘excluidos invisibles’. Son personas mayores de 45 años con perfil de clase media profesional que toda su vida trabajaron, con lo cual tienen la cultura del trabajo muy arraigada internamente, y a los 45, 50 o 55 años se han quedado sin empleo. Por una cuestión de edad les es muy difícil volver a reinsertarse en el mercado laboral.
Nos focalizamos sobre dos ejes. Por un lado les damos herramientas de capacitación técnica para que puedan reinsertarse en el mercado laboral y también desarrollamos mucho las cuestiones emocionales que se les presentan a las personas a la hora de buscar trabajo o cambiar de empleo.
– La edad media para emprender está alrededor de los 35 años ¿Es posible montar algo con más de 45 años, con todas las cargas familiares, hipotecas, etc, propias de estas edades?
– Contamos con una tasa de reinserción del 60% y de ese porcentaje cerca del 35 o el 40% lo hace a través del microemprendimiento, con lo cual hablamos de gente que toda su vida trabajó en relación de dependencia y que a los 45 años no querer volver al sistema, porque prefiere hacerlo por su cuenta. Nosotros animamos mucho a ese proceso. Sí se puede, porque lo vemos todos los días.
– Parece que hace unos años se valoraba más que a aquellos profesionales con 15 o 20 años de experiencia en un sector, pero ahora esto mismo esto o a estas personas se les ve como una carga ¿Por qué crees que ha ocurrido este cambio de perspectiva en las empresas?
– Que el 80% de las ofertas de empleo sean para menores de 45 años es más una cuestión de ignorancia. Hace sesenta años atrás la gente vivía de promedio veinte años menos de lo que vive hoy. Pero las condiciones siguen siendo las mismas. Hoy te ponen que hasta los 45 años puedes hacer una búsqueda cuando el promedio de vida se ha extendido casi dos décadas más. El mercado laboral no acompañó ese envejecimiento. Cuando le preguntas a la gente de recursos humanos por qué esa franja, suelen decirte que nunca se lo habían cuestionado.
– ¿Qué diferencias encontráis como emprendedores entre los mayores y menores de 45 años?
– El joven lo que tiene es toda la ilusión por delante, la vida por recorrer. No arrastra una carga familiar como alguien de mayor edad, así que los riesgos son menores y eso hace que se animen más a montar cosas. Pero la persona mayor cuenta con la experiencia de los años recorridos, el bagaje emocional que le dio la vida y tiene más claro que es lo que no quiere, porque transitó más kilómetros que el joven. Por ahí tiene un poco más de miedo a emprender por sus responsabilidad, pero las capacidades son las mismas.
– ¿Qué tipo de negocios o sectores les interesan más a los excluidos invisibles?
– Hay de todo. Hay gente que conocemos que acaban montando cosas juntos. Por nuestra parte tenemos temas de cattering, coaching, negocios de recursos humanos y cosas más relacionadas con el arte. Hay personas que llevaban trabajando toda la vida en un sector y quieren cambiar de manera radical. Son pequeños microemprendimientos relacionados más con pasiones que con la parte económica. Nosotros buscamos juntar lo que les apasiona con lo que después les puede dar de comer el día de mañana.
– Dinos cuatro o cinco ingredientes que creas que son esenciales para convertirse en emprendedor.
– La primera y más importante es tener fe en uno mismo. Debes tener fe en que lo puedes hacer porque muchas veces el entorno no ayuda. Si el ambiente no es propicio y no confías en ti va a ser difícil. Después hay que tener la humildad para reconocer que se debe aprender toda la vida.
También hay que rodearse de gente que crea en el sueño y que quiera ser parte de esto. Aunque haya uno que tenga la idea, también debería disponer de la capacidad para encontrar personas que lo acompañen. Por otro lado, es importante la credibilidad para localizar a personas que le presten y le apoyen. Por último, si lo que hace puede ayudar a mejorar el planeta quizás la idea tenga más fuerza y le dé más sentido a lo que hace. Si generamos semillas con esa conciencia, el universo mismo nos ayuda a llevarlas adelante.