A finales de los años 90 y principios del S. XXI Nokia ostentaba una insultante superioridad en el mercado de la telefonía móvil, con un variado catálogo en el que casi cada usuario podía encontrar un modelo a su gusto y llevando la iniciativa que marcaba la pauta: eliminaban las antenas, permitían el intercambio de carcasas, tenían móviles con cámaras, incluso presumían con sus Communicator de ofrecer hace 15 años algo muy parecido a los actuales smartphones. Pero cuando precisamente Apple presentó su iPhone y otros fabricantes que ya habían comenzado a interesarse por los teléfonos inteligentes en el formato que hoy se ha convertido prácticamente en un estándar en Nokia se quedaron con el paso cambiado hasta que su reacción llegó tarde y de forma desacertada.
La consecuencia es que tras un acuerdo con Microsoft para fabricar la familia de terminales Lumia con el sistema operativo Windows la división de móviles finlandesa ha terminado adquirida por la compañía de Redmond… y en Apple no parecen tener ganas de correr una suerte parecida por perder su posición de liderazgo en el campo de la innovación tecnológica. Es la lección que Tim Cook ha reconocido en una entrevista haber aprendido de la reciente operación, y de hecho literalmente ha manifestado que “lo que ha sucedido con Nokia es un recordatorio para que todos los que estamos en este negocio tengamos claro que debemos mantenernos continuamente innovando y que no innovar supone la muerte“, unas duras palabras que probablemente no hayan sentado bien en Espoo (sede de Nokia) pero al tiempo funcionan como aviso a navegantes en Cupertino.
La dificultad, no obstante, consiste en mantener ese nivel de constante innovación, algo que parece no estar manteniendo Apple tras la tibia respuesta de la Bolsa (con ligeras bajadas en el precio de sus acciones) tras la reciente presentación de sus dos nuevos terminales, lo que indicaría que los mercados no están precisamente entusiasmados con los mismos, aunque también hay que reconocer que siguiendo la tónica habitual en los últimos tiempos, Apple ofrece un modelo nuevo cada dos años y entremedias introduce alguna mejora en el modelo ya existente. Habiendo presentado el iPhone 5 en 2012 este año tocaba remodelación y en Cupertino suelen ser bastante conservadores en este sentido, por lo que casi podríamos concederles que al menos han sorprendido con la novedad de presentar por primera vez dos terminales y no uno o la inclusión del sensor de huella dactilar a pesar de que se daba casi por seguro lo primero y lo segundo se había rumoreado previamente con insistencia, lo que llevaría a otro debate acerca de si tenemos la percepción de que Apple (y otras empresas) no innovan tanto por lo prolífico de los rumores y las filtraciones que anteceden a las presentaciones, en ocasiones permitiendo que meses antes ya podamos tener una idea del aspecto o las características de dispositivos que además tampoco suponen una evolución tan radical sobre el terminal precedente por la simple cuestión de que las empresas prefieren vendernos los avances poco a poco cada año y no de golpe cada dos años.
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