La esperanza es lo último que se pierde y todo el mundo sigue esperando a que Apple vuelva a presentar un producto revolucionario que lo cambie todo. Pero un evento más ha vuelto a ocurrir lo mismo, eso que parece que se está convirtiendo en la norma general cada vez que Apple presenta algo nuevo. Ya no es solo que todo se hubiera filtrado y no hubiese sorpresas (más allá del precio del iPhone 5C, que fue otro tipo de sorpresa), es que ninguno de esos productos filtrados primero y luego presentados es realmente sorprendente.
Una vez más, el evento acaba y en los análisis vuelve la gran pregunta. ¿Ha perdido Apple su magia? ¿Cuándo y por qué dejó Apple de innovar? Y es que, por mucho que hayan mejorado los iPhones, un smartphone ya no es un producto revolucionario. Es algo que se conoce y cuyas mejoras directamente se dan por supuestas. ¿Cuál es la diferencia entre un producto innovador y otro que no lo es? Solo hay que buscar las reacciones. ¿Qué pasó cuando se presentó el primer iPhone? ¿Por qué Google Glass sorprende tanto?
El ejemplo de las gafas de Google quizá sea el más claro para mostrar esa diferencia. Se trata de un producto que busca cambiar el modo de vida de sus usuarios de forma drástica, viendo el mundo en Realidad Aumentada, como si de pronto toda la información que nos puede dar un ordenador o smartphone pasase a estar dentro del cerebro. Y sí, posiblemente cuando Google Glass se lance para el público en masa sea muy caro y esté lleno de errores, pero nadie dudará del riesgo y el esfuerzo de innovación que Google ha puesto detrás.
Cuando Apple corría riesgos
La innovación implica siempre correr riesgos, y eso es precisamente lo que parece haber perdido Apple. Desde hace ya unos años (especialmente tras la muerte de Steve Jobs), Apple parece haber empezado a comportarse como la típica gran compañía con miedo a perder lo que ya tiene. No hay fracasos en su porfolio más reciente, pero tampoco hay revolución. La magia anterior, aseguran los expertos en Forbes, no fue nunca instantánea. Todas esas revoluciones y éxitos llevaban detrás muchos fracasos catastróficos.
Su intento de entrar en el mercado de los videojuegos en 1996 con Pippin, la Macintosh TV de 1993 (una mezcla de televisor y ordenador), aquellos ratones USB redondos, su intento de crear una red social en iTunes con Ping… Todos esos fracasos significaban que, por lo menos, Apple estaba probando cosas e intentando innovar. Y de vez en cuando daban en el clavo. El iPhone, el iPad, el iPod… pero ¿ahora?
Ahora, y a la espera de que llegue el iWatch (que no, no será para nada el primer producto de su tipo, pero todavía hay esperanzas de que sea el que realmente revolucione ese mercado), todo se limita a actualizar y mejorar lo ya existente. Mientras Google prueba con gafas y tiene algún fracaso estrepitoso en los últimos tiempos (el Nexus Q que nadie entendió, por ejemplo), Apple prefiere jugar en tierra firme. Porque para volver al mundo de la magia haya que atravesar terrenos pantanosos.
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