Tic-tac: 3 fenómenos tecnológicos que tienen las horas contadas

Cuando apenas queda un día para tomar las doce uvas de la suerte y dar la bienvenida al 2014, y después de que las principales compañías de tecnología hayan realizado sus particulares resúmenes (y también pronósticos) para el año que nos aguarda, existe un tema que está en boca de todos: la seguridad online. Fue el ex-analista de la CIA Edward Snowden quien lo convirtió en protagonista de mil y un debates mediante sus filtraciones del programa de vigilancia PRISM comandado por la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense. Y también ha sido él quien lo ha vuelto a poner en el candelero a través de su mensaje navideño alternativo.

“Un niño nacido en la actualidad va a crecer sin saber en absoluto qué es la privacidad”, señalaba Snowden la semana pasada. “Nunca sabrán qué significa tener un momento privado para uno mismo, un pensamiento sin grabar, sin analizar. Y eso es un problema, ya que la privacidad es importante. La privacidad es lo que nos permite determinar quiénes somos y quiénes queremos ser”. Es más, “juntos podemos encontrar un equilibrio mejor, terminar la vigilancia masiva y recordar al gobierno que, si realmente quiere saber cómo nos sentimos, preguntar es siempre más barato que espiar”, añadía, advirtiendo que la discusión que se ha avivado “determinará la cantidad de confianza que podemos poner tanto en la tecnología que nos rodea como en el gobierno que la regula”.

Tal y como están las cosas, con la existencia de “sensores en nuestros bolsillos que nos rastrean a donde quiera que vamos”, es más que probable que el tema de cómo compañías e instituciones gestionan la información personal de los internautas continúe trayendo cola durante los próximos meses. Pero no será el único. En Silicon Week hemos puesto nuestra atención sobre otras tres cuestiones, dos de ellas tan íntimamente ligadas a Internet como la privacidad de los datos, que podrían estar en peligro. Y es que todas están experimentando actualmente sus propias confrontaciones con la justicia, hasta tal punto que ya ha habido algunas resoluciones desfavorables.

La neutralidad de la Red

La primera de ellas es la denominada neutralidad de la Red. Este término se refiere al hecho de que los proveedores de servicios de Internet no deberían ser capaces de decidir sobre el contenido que consumen los usuarios en su día a día, ni para censurarlo (siempre que sean legales) ni para monetizarlo (más allá de la factura mensual que ya emiten por dar acceso a la red de Redes). Es decir, hay ciertas aplicaciones como los prácticos, y cada vez más populares, programas de mensajería por los que no podrían cobrar un plus. Tampoco se consentiría variar la velocidad otorgada para la carga de páginas, favoreciendo a unas webs con mayor rapidez de consulta sobre el resto en función de un criterio arbitrario o totalmente partidista. Otro abuso sería impedir el uso de dispositivos no dañinos.

Y es que la capacidad de elegir cómo se quiere navegar, según marca la ley en ciertos países, radica en el propio internauta. Además, respetando la neutralidad de la Red se garantizaría una competencia más justa entre creadores. El caso es que ahora algunos extractos comienzan a revelarse. En Estados Unidos, por ejemplo, la operadora Verizon se ha propuesto tumbar la máxima de no discriminación aprobada por la Comisión Federal de Comunicaciones hace tres años, tal y como informa Wired, con la ayuda del Circuito D.C. ¿Y si otras compañías hiciesen lo mismo fuera de las fronteras norteamericanas? ¿Cuáles serían las consecuencias? A nivel de usuario nos encontraríamos con un Internet más limitado; y a nivel de creadores de servicios, con un mercado más restringido, especialmente para aquellos que no posean los medios suficientes para pujar e imponerse sobre los grandes nombres.

El anonimato

Junto a la cantidad de información que pulula de un lado a otro, uno de los rasgos más característicos de Internet desde su origen (y también uno de los más criticados) ha sido ese halo de protección que rodea a sus usuarios en virtud del anonimato. No son extraños los sitios que  animan a participar en las conversaciones generadas en su plataforma con otras personas sin exigir a cambio un nombre o, maticemos, un nombre real. Esto explica que a menudo dichas conversaciones se terminen enrocando, plagadas de improperios. “Si no saben quién soy, ¿para qué voy a mantener las formas?, ¿o para qué voy a pensármelo dos veces antes de pulsar en el botón de enviar?”, parecen pensar algunos. El resultado de llevar la comunicación a este extremo es: discursos vacíos, peleas infantiles y la presencia de trolls que sólo buscan polémica.

En Estonia, la web Delfi ha sido declarada responsable del contenido de una serie de comentarios vertidos por sus lectores sin firmar, en los que se criticaba a una empresa de ferris. Esta última demandó para defender su honor y, tras años de disputa, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos acabó dándole la razón. Según se razonó desde Estrasburgo, la publicación debería haber filtrado los comentarios ofensivos para evitar situaciones desagradables de cara a terceros. Y el hecho de que hubiese un beneficio económico de por medio acentuaba su deber a actuar. Si se toma como precedente, esta resolución podría afectar a la forma en la que la comunidad web equilibra la libertad de expresión y el anonimato.

Las patentes de software

Los trolls no sólo surgen al amparo del anonimato, también afloran a partir de las jugosas carteras de patentes. Y es que quien tiene una patente aprobada, tiene un tesoro. Durante los últimos años nos hemos cansado de contemplar guerras en cuestión de propiedad intelectual que parecían dirimir en los juzgados lo que rivales directos no eran capaces de resolver en el mercado, es decir, ganándose el corazón de los consumidores directamente con sus productos y servicios palpables. Pero también hemos visto casos en los que el demandante blandía patentes a diestro y siniestro, independientemente de que afectasen a su negocio, para sacar un rédito económico que de otro modo no podría obtener.

Esta práctica quizás tenga las horas contadas (al igual que el 2013). O, por lo menos, ya existe una sentencia que próximamente deberá ser ratificada o corregida por la Corte Suprema de los Estados Unidos acerca del mismísimo registro de patentes de software. Ahí, frente a lo que sucede en Europa, la práctica de solicitar este tipo de patentes está a la orden del día y parece más sencilla. Pero el interés de la compañía Alice Corporation en proteger el sistema informatizado para transacciones que utiliza y sus primeras derrotas legales podrían dar al traste con años de tradición. De acuerdo con lo que explica Business Insider, la Corte tendrá que decidir si ciertas casuísticas como “el software, las técnicas de compra online y las pruebas de diagnóstico médico” se pueden patentar en realidad. Y su pronunciamiento a este respecto está llamado a ser histórico.

Mónica Tilves

Licenciada en Xornalismo por la Universidad de Santiago de Compostela en la especialidad de Periodismo Electrónico y Multimedia. Apasionada de los gadgets, la fotografía digital, el diseño web y el arte. Tras un primer contacto con el mundo de la prensa escrita y con la suficiencia investigadora debajo del brazo, me decanto por los medios online. Cubro la actualidad informativa en Silicon Week desde 2011, además de colaborar en otras publicaciones del grupo NetMediaEurope en España como Silicon News. Ahora en Silicon.es.

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