El 19 de abril de 1924 se constituyó la Compañía Telefónica Nacional de España, conocida entonces como CTNE, por sus siglas.
La empresa nació de la mano la operadora norteamericana ITT, con el apoyo de inversores españoles como el Banco Urquijo y el Hispanoamericano, y con un capital social de un millón de pesetas (6.000 euros).
Su primer presidente fue precisamente Estanislao de Urquijo y Ussía, marqués de Urquijo, bajo cuyo mandato se construyó su histórica sede en la Gran Vía de Madrid, uno de los primeros rascacielos de Europa.
La nueva empresa fue aglutinando compañías telefónicas locales y empezó a desplegar redes por tierra y mar. Pronto llegaron los primeros cables submarinos, como el que conectó Algeciras con Tánger en 1924, así como la primera llamada transoceánica, en 1928, cuando el rey Alfonso XIII tuvo la oportunidad de conversar con el presidente de los Estados Unidos, Calvin Coolidge, que se encontraba en la Cámara de Comercio de Washington.
Dicha llamada fue realizada desde el nuevo edificio de la Gran Vía, todavía en construcción. De hecho, la primera sede social de Telefónica estuvo en la calle Conde de Peñalver, trasladándose ya en el año 1930.
Este emblemático edificio jugó un papel destacado durante la Guerra Civil española, cuando no sólo se erigió como central de comunicaciones clave para Madrid, sino que también sirvió como sede de la oficina de prensa, desde donde los corresponsales extranjeros, como Ernest Hemingway, por ejemplo, enviaban las crónicas a sus periódicos.
La década de los años 30 fue muy convulsa, pero la compañía no dejó de avanzar. Fue entonces cuando se lanzaron los telefonemas, mensajes cortos de texto para notificaciones breves, precursores de sistemas que aún perviven, como los SMS. Durante estos años también tuvo lugar la expansión internacional del servicio de voz.
La siguiente década también fue complicada, debido a la desolación causada por la confrontación bélica y por la carestía, la pobreza y la falta de materiales de los años de posguerra. Además, el Estado llegó a controlar entonces hasta el 80% de la propiedad de la compañía.
A partir de ahí, todo se aceleró. En los años 50, la demanda superaba las 100.000 nuevas líneas al año, alcanzado el millón de teléfonos en 1955. Tan sólo 11 países de todo el mundo alcanzaban dicha cifra entonces. En 1962 había ya 2 millones de teléfonos. Y en 1966 se superó el cuarto millón de líneas instaladas.
Además, CTNE cerró su primer contrato internacional en la década de los 50, cuando las fuerzas aéreas norteamericanas instalaron sus bases en suelo español, en Torrejón de Ardoz (Madrid), Morón (Sevilla) y Rota (Cádiz), y se convirtió en su socio tecnológico.
Ya en los 70, España asumió gran protagonismo en redes de conmutación. Comenzaba la era de los datos y Telefónica fue pionera en el desarrollo de las primeras tecnologías que después se convertirían en internet. Y en esa década también se lanzó el servicio de Teléfono Automático en Vehículos, conocido como TAV.
Los 80 fueron claves en la modernización y expansión de la compañía. Llegan las primeras centrales digitales y los primeros cables de fibra óptica, a la par que la red se va automatizando por completo, hasta que en 1988 se cursa la última llamada a través de operadora.
A finales de la década, Telefónica empieza a cotizar en Wall Street y da el salto a Latinoamérica, comenzando por Chile y Argentina. Después fue extendiéndose a Perú, Colombia, México… La presencia en el continente americano se completa con la entrada en el mercado brasileño a mediados de los 90, que ahora es su tercer mercado en importancia. Hoy, la empresa es el operador más relevante en la región.
Los 90 estuvieron marcados por la liberalización del mercado en España y la entrada de la competencia. Asimismo, Telefónica abrió nuevos negocios, con el desarrollo de la telefonía móvil, internet y los contenidos de televisión.
El nuevo milenio supuso el gran salto a Europa, con la compra del operador británico O2, en 2005. Otro hecho relevante fue la firma del acuerdo con Virgin para crear VMO2 en la primavera de 2020, en plena pandemia. Actualmente, Telefónica es un actor relevante en los mercados británico y alemán.
El despliegue de fibra óptica y de la conectividad 4G y 5G han centrado los esfuerzos de la empresa en la última década. Gracias a ello, España puede presumir estar a la cabeza de Europa en conectividad de banda ancha.
Además, en esta era digital y de los datos, Telefónica se han convertido en una empresa estratégica para nuestro país, lo que explica la entrada de la SEPI en su accionariado como reacción ante la llegada de STC, controlada por el fondo soberano saudí PIF, como contábamos hace unos meses.
Como vemos, la empresa ha experimentado una gran transformación en sus 100 años de historia. “Telefónica operó durante ocho décadas con un servicio fundamental que era la voz. Hace quince años, la voz comenzó a perder relevancia frente a otro producto muy valioso para los clientes y que la compañía también podía proporcionar, que eran los datos. Hasta la fecha, los datos han ido adquiriendo una importancia creciente que ha dado la vuelta al negocio tradicional de las telecos”, indica la compañía.
“Por otro lado, hemos dejado de ser un operador de telecomunicaciones para convertirnos en una verdadera compañía tecnológica, que presta servicios mucho más allá de la conectividad, desde tecnologías como IoT, Big Data, ciberseguridad o servicios en la nube, hasta propuestas derivadas de la diversificación del negocio, como alarmas, energía solar o créditos al consumo. Además, por supuesto, de habernos convertido, a partir de 2015, en un proveedor de servicios de televisión con producción propia de ficción y no ficción, deportes y entretenimiento”, añade.
Además, la empresa es actualmente uno de los principales proveedores de servicios de telecomunicaciones del mundo, ofreciendo servicios de conectividad fija y móvil, así como una amplia gama de servicios digitales para particulares y empresas en 12 países de Europa y Latinoamérica, donde cuenta con más de 384 millones de clientes.
No obstante, la compañía es consciente de que su presente y futuro han de construirse sobre la base de la fortaleza de cuatro grandes mercados: España (27% de su negocio), Alemania (18%), Brasil (21%) y Reino Unido (13%).
La hoja de ruta de Telefónica para los próximos tres años se concreta en su último plan estratégico, el denominado GPS (Growth, Profitability, Sustainability), presentado en noviembre de 2023.
“La aceleración del plan GPS se apoya en cinco vectores centrados en el crecimiento de los segmentos B2C y B2B, en los ingresos derivados de la relación con los partners, en la obtención de mayores eficiencias y en mantener el perfil diferencial de la compañía con una menor inversión”, detalla Telefónica.
Asimismo, la empresa tiene grandes expectativas en torno a sus unidades Telefónica Tech y Telefónica Infra, lanzadas en 2019. La primera se centra en la transformación digital de las empresas, a través de sus servicios de ciberseguridad, cloud, IoT, Big Data, inteligencia artificial y blockchain. Y la segunda es la división especializada en la gestión de participaciones en vehículos de infraestructura de red.
Y en un futuro inmediato, Telefónica identifica varios retos. Uno de ellos es el ‘boom’ de la inteligencia artificial y su confluencia con otras tecnologías. “Ahora abordamos un tremendo punto de inflexión en la historia de la humanidad: la inteligencia artificial. Es ya la mayor revolución tecnológica a la que nos hemos enfrentado. Debemos verlo como una oportunidad y no olvidar que la tecnología siempre ha hecho avanzar a la humanidad. Además, la inteligencia artificial confluye con otros factores. Estamos ante una nueva ola de innovación en la intersección de cuatro grandes tendencias disruptivas: Web 3, computación, inteligencia artificial y telecomunicaciones”, apunta la compañía.
“Nos enfrentamos a construir algo radicalmente diferente y mucho más potente. Estamos ante un superordenador con un sistema operativo construido con el despliegue de fibra y 5G sobre una base de software”, agrega.
En cuanto a la propia Telefónica, la empresa señala que va a convertirse “en una empresa mucho más tecnológica, mucho más basada en software y en la nube y, por lo tanto, mucho más virtualizada”.
“Esta nueva era, este nuevo mundo, puede mejorar exponencialmente la vida de las personas, como ya lo hicimos años atrás. Productos y servicios que sólo nosotros podemos habilitar a través de nuestra red. Compartidos desde cualquier dispositivo, en cualquier lugar, en cualquier momento. Exigiendo comunicaciones sin fisuras, masivas, totalmente interoperables y computación en tiempo real”, concluye.
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