¿Sabrías tomarte el pulso correctamente? ¿Lo hace de forma manual? Olvídate de colocar los dedos índice y corazón de una mano sobre la muñeca de la contraria, contando mentalmente las pulsaciones y controlando mientras tanto el tiempo que va pasando con el segundero de tu reloj, como lo hacías en las clases de gimnasia. Ahora conocer cuál es tu frecuencia cardíaca es incluso más fácil que eso. Basta con acercar el dedo índice al sensor de la cámara trasera o únicamente con mirar cara a cara a tu smartphone. Ambos métodos se basan en variaciones irreconocibles por el ojo humano pero al alcance de la tecnología. Lo primero es posible con aplicaciones tipo Instant Heart Rate, que registra aquellos cambios de color que se producen en la yema en relación al pulso. Mientras que medidores tipo Cardiio se basarían en el bombeo de sangre hacia el rostro y el balance entre absorción y reflejo de la luz.
El combo de sensores que colman el revoltijo de aparatos físicos que ya existe en el mercado y la inteligencia del software que los acompaña, cada vez más inteligente si cabe, puede hacer maravillas a día de hoy. Y es que como estas dos apps que hemos apuntado hay muchas otras que se pueden instalar en el teléfono móvil que cargas todos los días en el bolsillo del pantalón para saber un poco más sobre tu salud e intentar mejorarla, ya que ésa sería la finalidad última de este tipo de programas.
Los hay que proponen sesiones de entrenamiento, que se adaptan a tus circunstancias, que te dan consejos sobre la marcha, que te siguen la pista cuando sales a pedalear con tu bicicleta, que combinan distancias y tiempos para mostrar las calorías perdidas, que calculan tu índice de masa corporal como si nada, que te motivan con la reproducción de música mientras entrenas, que se centran en ejercicios concretos como el trabajo de abdominales y que te permiten mantener un historial de tu evolución con todos los datos que vas generando día a día.
Pero también existen aplicaciones orientadas a la creación de dietas según lo que quieras conseguir: perder o ganar peso, hacer cardio, favorecer la digestión o concentrarte justo en la recta final de los exámenes, por poner sólo algunas posibilidades sobre la mesa. Y a obtener menús para comer equilibrado durante toda la semana. A vencer el insomnio, analizar tu patrón de sueño y dormir mejor durante la noche. A dejar de fumar. A evaluar el crecimiento de un crío. A hacer un seguimiento del embarazo. A revisar la visión. A medir la presión sanguínea. A explorar lunares. A consultar información sobre medicamentos. A recordar las horas de toma de una pastilla. A reaccionar ante imprevistos y aplicar primeros auxilios. Y así hasta casi el infinito.
Las hay gratuitas y de pago, pero todas apuntan en la misma dirección. En total se calcula que el ecosistema mundial de aplicaciones de salud roza los 100.000 ejemplares y que, de seguir avanzando al ritmo esperado, en 2015 uno de cada tres usuarios móviles se habrá subido ya al carro de la mHealth. Es más, si nos paramos a observar únicamente lo que ocurra en nuestro país, más de una cuarta parte de los españoles estaría utilizando ya este tipo de aplicaciones porque así se lo habría recomendado su propio médico. O al menos eso es lo que asegura el SocialogueTM de Ipsos OTX. Otro informe aún más reciente patrocinado por el Observatorio Zeltia, el mismo que tasa en casi 100.000 el número de apps de salud, coloca entre las diez mejores en castellano material tan diverso como una app sobre el SIDA, otra para favorecer la comunicación de niños autistas y un traductor médico ideal para cuando te consulta un médico en el extranjero.
Lo próximo que podría caldear el ambiente es Apple Healthbook. Así es como se ha bautizado en la blogosfera a un proyecto al que la firma de la manzana mordida estaría dando forma en estos momentos. Se trataría de un producto que se cruza en algunos puntos con el sistema de fidelización de Passbook y que permitiría hacer un poco de todo, siendo especialmente intrigante su supuesta capacidad para mantener vigiladas las constantes vitales de quien lo utiliza. Desde el registro del corazón hasta la hidratación del cuerpo, pasando por todos aquellos niveles cruciales para vivir.
El camino que está abriendo la tecnología en este sentido es trascendental. Si antes tenías que ir acudir a la consulta de tu médico de cabecera sí o sí para saber cómo se encontraban ciertos indicadores capaces de explicar un malestar físico o si tu estilo de vida es o no es del todo saludable, ahora puedes salir de dudas desde cualquier lugar y por ti mismo. Y cada vez con mayor fiabilidad. La industria tecnológica está apostando fuerte por el sector de la salud mediante la comercialización de productos de consumo entre los que también destacan las primeras muestras de “wearable technology” o esa tecnología que se puede llevar encima, como cascos y gafas, ropa y calzado, relojes y abalorios.
Por lo general todos los smartwatches que han sido anunciados hasta la fecha por grandes firmas como Samsung, Sony o Qualcomm guardan entre su repertorio de notificaciones y vinculaciones con gadgets primarios un hueco para el cuidado del ser humano. Eso por no hablar de las prendas deportivas con las que ya se está experimentado para maximizar el rendimiento o las pulseras tipo Nike+ FuelBand, que están enfocadas directamente a calcular cifras como cuántos kilómetros has recorrido en la última sesión de entrenamiento, cuántas calorías has perdido durante una caminata, cuánto has mejorado respecto a actividades previas. Parece evidente que hoy el que no tiene un entrenador físico personal, aunque sea de forma virtual, es porque no quiere.
El inagotable potencial de la tecnología
Otro tipo de dispositivos muy concretos, como unas lentillas inteligentes en las que está trabajando el laboratorio Google X, van incluso más allá. Lo que intentan estas lentes es facilitarle la vida a enfermos crónicos, en este caso a quienes padecen diabetes. Cuando salgan a la calle, si la Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense lo permite y los intereses farmacéuticos también, alertarán mediante el control de los lacrimales si se está en peligro de sufrir una crisis por la subida o bajada del azúcar. Del mismo modo, el sistema de supercomputación IBM Watson está reconduciendo su saber enciclopédico hacia tareas puramente médicas. Versiones previas de este invento se vistieron la bata para recomendar tratamientos o entender a la gente. Y esta misma semana se ha anunciado una colaboración con el New York Genome Center que tiene por objetivo establecer tratamientos personalizados para personas que padecen glioblastoma, una clase de tumor cerebral cuyas tasas de mortalidad no se pueden tomar a la ligera. Para ello combinará el poderío del Big Data, entre bibliografía especializada y casos reales, con los análisis genéticos.
Las incursiones de Watson en hospitales americanos coquetearían con lo que denominaríamos biotecnología y que es un sector establecido en toda regla. Entre sus representantes más pujantes podemos nombrar a 23andMe, la empresa fundada en 2006 por la hermana de la directiva de Google Susan Wojcicki y ex de Sergey Brin, Anne Wojcicki, que quiere acelerar el acto de procesamiento de análisis de ADN y de conocimiento sobre la carga genética que cada uno de los seres humanos llevamos dentro, con todo lo que eso implica. Es más, también está intentando avanzar en el estudio de una dolencia tan enigmática como es el Parkinson. Los primeros pasos ya se están dando, ¿pero os imagináis todo lo que se puede conseguir?
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