Resulta que el autor de este invento estaba disfrutando de un día en el campo con sus dos hijos y su mujer, que utiliza silla de ruedas, cuando todo vieron un alce bebé y dijeron al unísono «oooooooh, mira qué bonito el alce pequeñito». Se acercaron y el alce que no se movía (sin duda paralizado de terror ante lo que se le venía encima) y ellos «oooooh, pero qué monaaaaada de alceeeee» y siguieron acercándose y el alce parado y los niños «¡mamá, mamá! ¿nos podemos llevar el alce a casa?» y el alce, más tieso que el gato de Anssi Vanjoki. Y en ese punto, ella no pudo avanzar más con su silla de ruedas porque el terreno estaba fatal y dijo «¡la madre que parió al terreno, a la silla de ruedas y al alce de las narices!» «¡vaya niños, pues hasta aquí hemos llegado!» Así que el hombre, se puso manos a la obra, le puso a la silla de su mujer tracción de orugas, un blindaje a prueba de alces y un rifle automático de 50 mm con mira láser. Y la cosa le ha quedado tan bien y está tan satisfecho con el resultado que de cada diez sillas que venda donará una a alguien que la necesite. Los vídeos que aparecen en su página son realmente impresionantes… ¿habéis visto alguna vez una silla de ruedas moverse sobre veinte centímetros de nieve? Pues ahora lo vais a ver. Coges una de estas, le acoplas un par de cañones de partículas a cada brazo, se la regalas a Stephen Hawking, y hala, ni Samsung ni Anssi Vanjoki: ya tenemos nuevo Emperador Supremo del Universo.
Página del producto [TankChair]
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