Un ejemplo es la supercomputadora llamada Blue Gene Watson, que es capaz de 91 GFLOPs, lo que computar en 20 días una simulación de un microsegundo de la forma en la que se comporta una proteina. Y eso ha obligado a consumir la misma energía que utilizarían 500 hogares convencionales durante ese tiempo.
El problema energético es importante a la hora de evaluar la construcción de estos sistemas: cuando se construyó hace tres años, Watson era la supercomputadora más rápida del mundo, pero ahora ha quedado relegada al puesto 25, y aún así consume 120 kWh debido a sus sistemas de regrigeración.
Sin embargo, el problema será mucho mayor cuando se construyan los futuros sistemas exaFLOP (1000 veces un petaFLOP), que obviamente tendrán una potencia asombrosa pero que también consumirán una cantidad de energía dantesca. El IBM RoadRunner, el supercomputador más potente de la Tierra en la actualidad, consume 2,5 megavatios de energía. Y esto va a más.
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