¿Somos conscientes de dónde terminan los iPhones que desechamos?
Lo que uno no quiere, el otro lo desea. Pasa incluso con los residuos electrónicos, que se calcula que ya mueven más dinero que el negocio de la droga. Así lo evidencia el documental La tragedia electrónica.
Tal y como sucedía con el documental Comprar, usar y tirar, la realizadora Cosima Dannoritzer vuelve a reflexionar en La tragedia electrónica sobre las consecuencias de una sociedad basada en el consumo.
Si en 2010 su película se centraba en los efectos de la obsolescencia programada, una práctica llevada a cabo por los fabricantes de dispositivos electrónicos e informáticos para acortar su vida y que los usuarios se vean obligados a renovarlos con frecuencia; en su último trabajo, La tragedia electrónica, intenta denunciar el negocio que se ha creado en torno a los residuos electrónicos.
El nuevo largometraje, que será emitido el próximo domingo día 1 en el programa Documentos TV, a las 23:00 en La 2, sigue el rastro del 75% de los residuos electrónicos que nunca llegan a las plantas de reciclaje porque se han convertido en todo un negocio. “Se calcula que el tráfico de residuos electrónicos mueve ya más dinero que el negocio de la droga”, revela Dannoritzer en el documental.
Según descubre el documental, el destino final de los televisores de pantalla plana, ordenadores, teléfonos, etcétera, que desechamos son vertederos africanos o asiáticos donde contaminan el agua, la tierra y el aire de millones de personas. No se piensa en el futuro, sólo en el beneficio que supone recabar los metales, la plata o el oro que se emplean para fabricar estos aparatos.