Justo hoy hace veinte años, el 3 de diciembre de 1992, un programador británico llamado Neil Papworth que trabajaba para Sema Group enviaba una breve felicitación a uno de sus amigos a través de una nueva técnica bautizada como Short Messaging Service.
En un principio, el sistema había sido concebido con una forma sencilla y divertida de comunicarse internamente dentro de la operadora de telefonía del “Power to you”. Pero su idea revolucionaria no se quedó ahí.
A finales de los años 90, a medida que los fabricantes iban incorporando el servicio a sus terminales, comenzó a popularizarse su uso entre usuarios de todo el mundo. Y, a día de hoy, se contabilizan unos 8.000 millones de mensajes anuales. De hecho, los adultos con edades comprendidas entre los 18 y los 25 años suelen enviar 133 mensajes a la semana cada uno, como media.
Y eso que en la actualidad el SMS no está pasando por su mejor momento. Mientras que en ciertos puntos geográficos, como algunos países africanos, está ayudando a mantener comunicada a la población, en otras zonas como Europa o Estados Unidos, el auge del Internet móvil y la aparición de aplicaciones de mensajería instantánea como WhatsApp han comenzado a minar su cuota de mercado.
Ahora bien, que se haya recrudecido la competencia no significa que el servicio SMS haya dado sus últimos coletazos. Y 20 años bien merecen un recordatorio para una tecnología que ha llegado incluso a reinventar la forma de expresarse, con sintaxis abreviada y mensajes a veces prácticamente ininteligibles tipo “komo stas?” o “tq”.
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