Cuando los ingredientes de la era post-PC, esa sociedad de modernos seducida por los formatos de computación móvil en detrimento de los ordenadores de sobremesa que protagonizaba la definición de un mundo ideal según Steve Jobs, no han conseguido cuajar con la consistencia debida y cuando muchos miembros de la industria todavía reniegan de su existencia (véase Dell o Lenovo), hay quien comienza a hablar ya de una nueva versión mucho más evolucionada: la era post-smartphone. ¿Qué significa este término exactamente? Que los teléfonos móviles inteligentes están dejando de ser herramientas de comunicación estrictas para convertirse en el centro de la vida digital de sus propietarios. No sólo se usan para hablar o recibir mensajes, ni mucho menos, también pueden servir a modo de mandos remotos para cambiar de canal de televisión, como reguladores calóricos para controlar el peso durante una dieta o de rastreador para evitar que una compañía aérea extravíe tu equipaje.
Este tipo de aplicaciones ya son una realidad certificable, especialmente tras la celebración de la última edición del Consumer Electronics Show en Las Vegas donde se han mostrado aparatos tan curiosos como Tethercell. Esto es, un adaptador capaz de suplir la batería de distintos dispositivos y, a continuación, manejar su posición de encendido o apagado desde un iPhone o terminal con software Android a voluntad del usuario. Esto se antoja bastante útil para programar las horas de uso de ciertos aparatos eléctricos o para facilitar el control parental en hogares en los que hay niños pequeños. Y son precisamente estas funciones alternativas las que podrían acabar eclipsando las características de llamada de voz, mensajería o incluso la tan en boga interacción en redes sociales desde el móvil hasta convertirlo en centro de reunión de servicios que satisfacen al dedillo las necesidades de los ciudadanos del siglo XXI.
De hecho, desde la Consumer Electronics Association calculan que a estas alturas los usuarios móviles dedican un 65% de su tiempo a tareas distintas a la comunicación, ya se trate para activar apps de salud, de entretenimiento o de cualquier otra naturaleza. Paralelamente a esta pérdida de purismo por parte de los teléfonos, han emergido ciertos gadgets que se postulan como “la nueva gran innovación” en materia tecnológica y que ponen su granito de arena en el establecimiento de las eras post-PC y post-smartphone. Por una parte está la investigación de nuevos formatos, como las mini-tablets o las phablets, esa categoría híbrida a medio camino entre el teléfono y la tableta que comenzó a tener tirón tras el lanzamiento del primer Galaxy Note de Samsung y que combina lo mejor de los dos mundos: un tamaño ideal para caber en la palma de la mano y unas prestaciones profesionales para soportar una experiencia totalmente inmersiva. Y es que con una pantalla de 5 a 7 pulgadas es posible navegar por Internet o ver vídeos de gran calidad.
Por otro lado se están produciendo avances decisivos en el campo de la “wearable technology”, con Google Glass como representación máxima. El día que salga a la calle esta montura futurista permitirá a sus portadores identificar a viandantes, sacar fotografías, superponer mapas sobre edificios y normaliza el mito de la realidad aumentada o la visión Terminator. Ver a Sergey Brin integrando este par de cristales en su actividad diaria se ha convertido casi en una imagen habitual, y otros rivales como Microsoft están profundizado en usos específicos para sus propios cristales, como por ejemplo devolver a los espectadores de eventos deportivos información en tiempo real, ya sea acerca del marcador, la velocidad de un tiro o las estadísticas de determinado jugador. Las posibilidades son infinitas. El gigante japonés Olympus se ha apuntado a la moda con el visor MEG 4.0 y Apple también ha patentado un aparato que proyecta imágenes superpuestas al mundo real.
De Pebble a iWatch
Otro gadget que está captando toda la atención de los gigantes tecnológicos y que representa mejor que ningún otro la transición hacia una nueva industria es el reloj inteligente de pulsera o smartwatch. Aunque este concepto no es algo reciente y ya existen ciertas marcas especializadas en su desarrollo, no ha sido hasta ahora que los usuarios han comenzado a interesarse por modelos como Pebble. Este reloj de tan sólo 38 gramos compuesto por una pantalla de e-paper de alta resolución, microprocesador de ARM Holdings, acelerómetro de tres ejes, batería con autonomía de hasta siete días sin necesidad de carga y conexión vía Bluetooth a dispositivos iOS y Android alborozó Kickstarter en la primavera de 2012 al multiplicar por más de diez la cantidad de dinero que solicitaba en su campaña de financiación, fijada en principio en 100.000 dólares. Y unos meses después fue presentado oficialmente a un precio de 150 dólares. ¿Qué es lo que permite hacer? Correr aplicaciones, contar ritmos y distancias, revisar notificaciones, leer e-mails, reproducir música… además de darnos la hora, por supuesto.
Algo similar a lo que ya ocurría con el Xperia SmartWatch de Sony, que era compatible con Android y estaba valorado en otros 149 dólares. Eso sin olvidarnos de la patente registrada a nombre de Google para un complemento con cristal móvil de lo más geek que mostraría detalles informativos sobre el entorno. O del proyecto Galaxy “Fortius” todavía en el aire, que contempla un catálogo de accesorios como un brazalete, una funda y un soporte para bicicleta. Este hardware de aspecto cool diseñado para llevar a la muñeca en cualquier tipo de situación y que admite hacer un poco de todo, desde recibir alertas hasta animarnos a realizar ejercicio, abre las puertas al mismo tiempo a un nuevo modelo de anuncios: la publicidad virtual o en el aire. Con estos smartwatches la información puede saltar frente al usuario en vivo y en directo, en función del lugar en el que se encuentre, el escaparate que esté mirando o sus inquietudes personales.
El modelo de smartwatch que más está dando que hablar, sin embargo, es el iWatch, nombre utilizado en los corrillos tecnológicos para referirse al cada vez menos secreto reloj inteligente de Apple. En este caso y como no podía ser menos, se trataría de una máquina gobernada por el sistema operativo de la casa, iOS, y se coronaría con conexión Bluetooth 4.0 para comunicarse con otros equipos informáticos de la firma de la manzana mordida, bien sea iPhone o iPod. Si los primeros rumores son ciertos, vendría alimentado por un chip de Intel y luciría una pantalla OLED de 1,5 pulgadas de RiTdisplay construida con óxido de indio y estaño, o vidrio recubierto con ITO. Y si las segundas informaciones son más acertadas, y por el bien de la evolución tech esperamos que lo sean, el dispositivo de Cupertino se diferenciará de la competencia en diseño y funcionalidad gracias a la utilización de la tecnología Willow Glass de Corning para cristales curvados.
De uno u otro modo parece que Apple está poniendo toda la carne en el asador y ha destinado a tal cometido a un equipo de 100 profesionales, entre personal de marketing, software y hardware, encabezados por su director sénior de ingeniería James Foster, lo que demuestra el peso que Tim Cook le confiere al nonato iWatch. No en vano éste podría convertirse en el primer gran dispositivo de la nueva Apple sin Steve Jobs al frente en un momento harto sensible. Las acciones de la empresa han perdido un tercio de su valor, en comparación con su pico máximo el pasado mes de octubre, y los inversores demandan un plus de innovación. Las ventajas de este producto son un target entregado, unas cifras de renovación altas y la versatilidad de uso. Pero, ¿cumplirá el producto definitivo las expectativas de los fanboys? Y, sobre todo, ¿marcará el inicio del fin de los smartphones? ¿Vosotros qué creéis?
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