Skankphone, el padre del iPhone que (por suerte) nunca vio la luz
Los propios ingenieros responsables de la creación del iPhone explican que lo que intentaban, en realidad, era introducir las características de conectividad propias de un teléfono móvil en un tablet. Y recordemos que por aquella época en Apple ya existía un tablet, el Newton, que no alcanzó el éxito esperado pero que desde luego apuntaba maneras.
En Cupertino ya se experimentaba con la tecnología multitácil en pantallas en 2003, aunque el objetivo no era trasladar los avances a un teléfono móvil sino mejorar la experiencia que se ofrecía con el Newton: empezaba la búsqueda de los gestos. Doug Satgzer, antiguo jefe del equipo de diseño industrial de la casa recuerda que uno de los diseñadores industriales, Duncan Kerr, fantaseaba con poder pasar las páginas de un llibro digital deslizando el dedo por la pantalla, como se haría con hojas de papel reales, o emplear los dedos separándolos o uniéndolos para ampliar o reducir el tamaño de una fotografía. En esencia estaban comenzando a desarrollar el iPad, aunque el dispositivo en el que trabajan, incluyendo sus capacidades de comunicación por telefonía móvil, estaba planteado más como un accesorio para un ordenador de sobremesa que como un dispositivo autónomo. Se dieron cuenta de que tenían entre manos algo atractivo e interesante pero aún no reunía las condiciones para convertirse en un producto adecuado a la calidad que exige Apple así que quedó relegado…. hasta 2005.
En aquel momento la intención era tratar de convertir el iPod en un teléfono móvil, aunque aún sin tener en cuenta la inclusión de una pantalla táctil. De hecho se empezó a trabajar en ello a partir del iPod Mini, como recuerda Tony Fadell, antiguo vicepresidente senior de la división iPod de Apple. De hecho llegaron a construir un prototipo que usaba una rueda giratoria para marcar los números, al estilo de los antiguos teléfonos fijos anteriores a los de teclas. Lo bautizaron con el nombre Purple, pero el jefe de desarrollo de software, Scott Forstall (quien más tarde sería despedido tras el fiasco de la primera versión de AppleMaps) lo desechó puesto que tenía planeado desarrollar un teléfono móvil que pudiese ejecutar MacOS. Por aquella época Apple había adquirido una pequeña empresa, FingerWorks,especializada en software de reconocimiento multitáctil, con lo que se llegó a la idea germinal de desarrollar una plataforma basada en lo multitáctil para servir de interfaz en el teléfono móvil que desarrollarían en Cupertino. El proyecto pasó a denominarse P2, como evolución de Purple, y ya se apuntaba claramente hacia el iPhone definitivo, contando además con el entusiasmo de Steve Jobs.
En el interior de Cupertino se mantenía un férreo control sobre el desarrollo de dicho dispositivo hasta el punto de que se fomentaba el secretismo más absoluto entre los distintos departamentos y, de hecho, la gran mayoría de los propios empleados de Apple no supieron absolutamente nada del iPhone hasta que el propio Jobs lo presentó en 2007.
En el proceso de desarrollo por un lado Jony Ive y su equipo trabajan en el diseño desde el punto de vista industrial mientras que el equipo de Forstall simulaba mediante hardware el funcionamiento del dispositivo final, empleando para ello no los últimos modelos de la casa sino sus predecesores. Lanzaron un simulador que trabajaba sobre un Power Mac G5 aislando la mayor cantidad posible de software en ejecución del resto de Mac OS, y cuando lo consiguieron se propusieron “conseguir el peor Mac que podamos encontrar” para lidiar con el reto de los muchos problemas e incidencias que podrían surgir a la hora de emular el funcionamiento del proyecto de iPhone.
El “piloto de pruebas” fue un Power Mac G3, el equipo menos potente capaz de manejar la última versión de OS X, y lo acoplaron a la “simulación” física del hardware en que se estaba trabajando para el iPhone, un conjunto de piezas que a modo de criatura de Frankenstein quedaban conectadas precariamente entre sí y repartidas por la mitad de una mesa del laboratorio de Forstall, incluyendo placa base, modem, antena y pantalla. Lo bautizaron NX-31. Casi milagrosamente hardware y software se entendieron y funcionaron correctamente a la primera.
Pero no todo iba como la seda. Para empezar el equipo de Jony Ive, para evitar posibles filtraciones, sólo contaba con una versión muy limitada del software del iPhone para poder trabajar con ella. Se obtuvieron dos versiones del interfaz de usuario, una que se aproximaba a la final, con píxeles que podrían hacer que tus ojos llorasen de emoción pero que sólo podías ver si eras prácticamente compañero de borracheras y atracones de hamburguesasde Steve Jobs (y recordemos que Jobs no bebía alcohol ni comía carne) y otra interfaz monstruosamente fea a la que llamaron Skankphone y que limitaba el uso del terminal casi a efectuar llamadas y enviar mensajes.
Los escasísimos afortunados que tuvieron acceso previo a la versión final del interfaz de usuario recuerdan que se les hizo firmar documentos legales específicos e incluso se les advertía que no podían ni comentarlo con sus esposas. El secretismo y el aislamiento entre ambos equipos llegaba a extremos absurdos como que algunos ingenieros debían pasar de un departamento a otro para realizar consultas y mostrar a los compañeros del otro equipo diversos aspectos mediante dibujos en pizarras sobre medidas, proporciones y demás sin que pudieran tener acceso real a lo que aparecía en la pantalla del dispositivo… o tener que trabajar con dos ingenieros separados por una cortina, uno con acceso total al “iPhone bueno” y otro con acceso sólo al Skunkphone para que juntos pero no revueltos pudieran depurar el código.
En el enlace que os ofrecemos a continuación podéis leer un artículo más profundo con entrevistas a más de 50 antiguos ejecutivos y trabajadores de Apple en las que cuentan su relación con la creación del iPhone y su “hermano feo”, el Skunkphone.
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