Ayer mismo te contábamos aquí en The Inquirer cómo un satélite de la NASA y la NOAA ha sido capaz de detectar desde la órbita terrestre el aumento de luminosidad que los adornos navideños suponen. Y parte de culpa la tienen los entusiastas de convertir su domicilio en una especie de señales de indicación de aterrizaje para extraterrestres.
En este caso el protagonista del vídeo que podéis disfrutar a continuación parece deseoso de atraer la atención del Imperio galáctico al completo y a tal fin ha organizado un complejo montaje con más de 100.000 luces repartidas en unos 12.500 canales, de manera que se enciendan y apaguen al ritmo de las melodías compuestas por John Williams, incluyendo un combate de sables láser.
Tom BeBot se llama el propietario de ese sistema de iluminación que presenta la particularidad de tener una vivienda adosada al mismo, cual trasunto lumínico residencial al quevediano hombre a una nariz pegado.
El vídeo, de algo más de cinco minutos de duración, presenta un despliegue apabullante de combinaciones y figuras conseguidas a base de encender y apagar luces usando distintos tonos de color y además en todo momento milimétricamente sincronizado con la reconocible música perteneciente a la banda sonora de las películas de Star Wars.
La presenciaa de distintos elementos completamente ajenos a la iconografía galáctica y eminentemente propios de la Navidad (bastones de caramelo, abetos, el propio árbol de Navidad coronado por la estrella de Belén…) sin duda desconcierta, pero no menos que la presencia de un enorme teclado, una guitarra eléctrica de grandes dimensiones y una batería situada en la rampa de acceso al garaje que a pesar de parecer completamente fuera de lugar cumple a la perfección su cometido como elemento de escena.
Habrá que estar atento a la factura que le envía el mes que viene la compañía eléctrica. Veremos si es capaz de abonarla y si todavía no termina congelado en un bloque de carbonita por no poder afrontar sus deudas. Lo más peligros, no obstante, es que la vivienda está situada justo en un cruce, con una señal de STOP en la misma esquina, con el consiguiente peligro de que algún conductor distraído no llegue a distinguirlo en medio de tal espectáculo de luz, color y sonido, y termine la cosa con unos cuantos daños en chapa y pintura que habrá que reparar en los astilleros de Fondor.
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