Han pasado ya casi seis años desde que Google.cn viviera sus mejores momentos de cara a un establecimiento en China que fue calificado por el gurú Kai-Fu Lee, como el próximo gran “milagro” en el gigante asiático. Impresionado por la frescura, transparencia y honestidad de su ambiente de trabajo, Lee no dudó en dejar su puesto en Microsoft para pasar a formar parte del equipo de Google, suculento bono de por medio, eso sí.
La oferta llegaba días después de que Lee escribiera directamente a Eric Schmidt: “He oído que Google está haciendo esfuerzos en China. Creo que debería hacerle saber que si la compañía tiene ambiciones en China, estaría interesado en tener una conversación con usted”. Lee no necesitaba presentación en la industria TI estadounidense: tras haber trabajado como laureado ingeniero informático para Apple y ostentar un cargo ejecutivo en Microsoft. Pocos días después se reunió con los fundadores de la empresa, Larry Page (actual CEO) y Sergey Brin, que llegó patinando y que le preguntó si le importaba que hiciera estiramientos durante la reunión. Entusiasmado, Lee cambió sus planes para pasar a formar parte de la firma de Mountain View. “Tengo el derecho de elegir, y elijo Google. Elijo China”, escribió por aquel entonces.
Sin embargo, el camino que la compañía siguió para establecerse en el país asiático haría sonrojar a aquellos que idearon el famoso eslogan de la firma, “Don’t be evil”. Así se desvela en el libro “In the plex”, de Steven Levy, que desgrana con todo lujo de detalles la historia reciente de Google bajo el subtítulo “Cómo piensa, trabaja y maneja Google nuestras vidas”, del que hoy se puede consultar un extracto en Fortune.
Uno de los más indignados con las prácticas “poco ortodoxas” que empezó a adoptar la compañía fue Sergey Brin, que amenazó con abandonar su puesto hace ahora tres años. La gota que colmó el vaso para el cofundador de Google fue la entrada desautorizada de las autoridades chinas en cuentas de Gmail de disidentes chinos y de otros personajes “sospechosos” para el régimen.
La negativa de la junta directiva a cortar de manera fulminante la colaboración con el gobierno chino fue algo personal para Brin. Y, aunque tenía el apoyo de algunos otros ejecutivos, otros muchos se oponían a cortar relaciones, Schmidt entre ellos, según asegura Levy. Hoy por hoy el cofundador de Google no ha podido desmentir su amenaza de abandonar la compañía, pero asegura que no la recuerda. “Dijo que la empresa formaba parte de su sangre y su ADN hasta tal punto que le parecía improbable haber expresado esa intención”, puntualiza Levy en su libro, pero lo cierto es que los desencuentros de Google con el gobierno chino son cada vez más frecuentes y susceptibles de dejarse a altos cargos en el camino.
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