La presencia de teléfonos inteligentes y tabletas en todo el mundo es ya una realidad, y la proliferación de aplicaciones de redes sociales como WhatsApp y Snapchat ha tomado un ritmo vertiginoso. La siguiente fase vendrá marcada por la interconexión de los objetos cotidianos con sistemas de información y aplicaciones de usuarios. Con la interacción de máquinas y personas, nuestras vidas cambiarán y la sociedad será más segura, más saludable y más ecológica. Los accesorios inteligentes conectados (“wearables) y la telemedicina nos ayudarán a mejorar la salud de las personas, a aumentar la seguridad de los hogares y a disminuir los incidentes de tráfico.
La convergencia de las comunicaciones máquina a máquina (M2M), los análisis del big data y el aumento de dispositivos conectados están conformando un mundo altamente conectado al que denominamos “Internet de las cosas” o “IoT” (del inglés Internet of Things).
En las próximas décadas veremos miles de millones de dispositivos inteligentes, un crecimiento económico y unos ahorros de costes de billones de dólares, y exabytes de datos generados por sensores. En este entorno, el Internet de las cosas emerge como una oportunidad de negocio sin precedentes para muchos agentes del sector de las telecomunicaciones, las tecnologías de la información (TI) y la electrónica de consumo. Muchos han intentado poner cifras a este mercado. Gartner, por ejemplo, calcula que a finales de este año estarán conectadas unas 8.400 millones de “cosas” en todo el mundo (hasta un 31 por ciento más que el año pasado) y que llegarán a los 20.400 millones en 2020. El gasto total en terminales y servicios alcanzará los 2 billones de dólares en 2017.
El frigorífico inteligente que autogestiona sus existencias es un clásico ejemplo de cómo podría ser el futuro programable. Pero ya no es una quimera, como tampoco lo son los coches autónomos o la impresión 3D. Muchos dispositivos y aplicaciones han encontrado ya un lugar entre el público, tanto como prototipos como productos comerciales. Parece claro que en este aspecto del Internet de las cosas ya hemos pasado a la siguiente fase. Ahora el foco de interés está en el desarrollo de nuevas oportunidades de negocio, aplicaciones y servicios. Los datos masivos generados por sensores necesitan redes más escalables y eficientes tanto a nivel de recursos como a nivel de consumo energético. Y es por esto que el Internet de las cosas es un impulsor clave de las redes 5G.
Aunque los medios de comunicación se centran hoy en día en los dispositivos y aplicaciones, es realmente la red la que puede habilitar o bloquear este siguiente paso de la evolución de Internet. La revolución del Internet de las cosas solo podrá producirse con una red que permita implementaciones modulares, despliegues seguros, operaciones rentables y rápidez en la comercialización y puesta en marcha de nuevas aplicaciones y servicios.
Al tiempo que sensores y dispositivos se expanden por prácticamente todos los sectores industriales, el Internet de las cosas va a ser el detonante de la afluencia masiva del big data. Las oportunidades más interesantes vendrán en los sectores de la automoción, los servicios públicos, la seguridad ciudadana, las ciudades y hogares inteligentes y la atención sanitaria. Según las cifras de la Organización Mundial de la Salud, la primera causa de muerte en la actualidad son las enfermedades cardiovasculares. Se espera que el sector de atención sanitaria ocupe un puesto destacado en los mercados verticales del Internet de las cosas, y los analistas pronostican que la “salud móvil”, con una tasa de crecimiento anual del 37 %, será el segmento de atención sanitaria que más crezca en el periodo 2015-2020.
En cuanto al sector automovilístico, según Gartner en 2020 habrá unos 250 millones de vehículos conectados que impulsarán nuevos servicios del Internet vehicular y capacidades de conducción autónoma. A partir de abril de 2018, todos los coches de nueva fabricación en la Unión Europea tendrán que ir equipados con la tecnología eCall; en caso de accidente grave, eCall marca automáticamente el 112, número de emergencias unificado en Europa.
Juntos, tenemos que descifrar cómo sacar el máximo partido del big data, la nube y el M2M, que tanto valor aportan al Internet de las cosas. Y para ello, tenemos que superar los grandes desafíos relacionados sobre todo con la seguridad y la estandarización, ya que su papel es cada vez más relevante en el futuro programable.
En un mundo conectado, la seguridad suele estar amenazada. Con la conexión de más dispositivos y el incremento de valor que aportan los datos generados, el riesgo de abusos y brechas de seguridad aumenta. Por ejemplo, en el caso de los coches conectados la ciberseguridad es el principal reto; algunos fabricantes de automóviles han tenido incluso que retirar coches por ataques informáticos.
Algunos de los problemas de seguridad más importantes en el IoT están relacionados con la larga vida de los dispositivos, ya que el cifrado podría romperse antes de que el dispositivo llegue a actualizarse. También podemos tener casos de mala gestión; por ejemplo, mientras la puerta de nuestro garaje se abra, nadie se preocupa de si el dispositivo de apertura está también enviando millones de correos spam no deseados. Lo cual nos lleva a otro reto: las tormentas de datos a partir de las cuales un software malicioso podría aumentar drásticamente la actividad del dispositivo, sobrecargar las redes y agotar la batería. Y no nos olvidemos de los aspectos relacionados con la suplantación de identidad.
La falta de seguridad o una seguridad insuficiente y adecuada podría ralentizar la adopción de la comunicación M2M en la atención sanitaria, las instalaciones industriales y los hogares. Por tanto, contar con una conectividad segura extremo a extremo es esencial. Afortunadamente, las redes 5G cuentan con esta seguridad desde el principio.
La complejidad que supone la gestión de millones de conexiones de dispositivos IoT y el desarrollo de numerosas aplicaciones puede resultar difícil para los operadores. Los retos se multiplican en el entorno IoT actual, en el que los distintos mercados construyen sus propios silos de aplicaciones. El crecimiento de estas soluciones “patentadas” traerá consigo una fragmentación del mercado que impedirá aprovechar todo el potencial del Internet de las cosas. No existen estándares para los montones de tecnologías extremo a extremo que se necesitan para el Internet de las cosas. La habilitación de aplicaciones, el análisis, la seguridad, la localización de ubicaciones, el posicionamiento en interiores o los sensores inteligentes se basan mayoritariamente en soluciones patentadas o fundadas en estándares fragmentados que habitualmente no permiten la interoperabilidad.
En general, el negocio del M2M se caracteriza por unos ingresos por conexión bajos y unos márgenes incluso más reducidos. Una de las dificultades, minusvalorada con frecuencia, para construir un negocio M2M sostenible es la de tener que tratar con un ecosistema complejo y muy fragmentado en el que proveedores de sensores, tarjetas SIM, módulos y dispositivos, suministradores de redes y plataformas, desarrolladores de aplicaciones, integradores de sistemas y proveedores de conectividad y servicios contribuyen a la cadena de valor.
Como agente global, Nokia pretende dar forma al ecosistema IoT y colaborar en el establecimiento de los estándares necesarios para un Internet de las cosas que nos lleve al mundo programable. Los estándares son fundamentales para asegurar la compatibilidad y facilidad de uso.
Los proveedores de servicios de M2M deben dejar de desplegar aplicaciones de manera aislada y trabajar en favor de un modelo que sirva para cualquier dispositivo, cualquier aplicación y cualquier red. Una arquitectura de red extremo a extremo con un conjunto común de capacidades de servicio, interfaces estandarizadas y APIs abiertas que permita disminuir las inversiones, facilitar las alianzas y agilizar el tiempo de comercialización.
El desarrollo y la adopción de estándares permitirá armonizar la interacción de los dispositivos, simplificar la integración y crear economías de escala. La estandarización también facilitará que los distintos actores individuales colaboraren y se interrelacionen con componentes, redes y servicios de otros.
A pesar de todos los retos y dificultades que el Internet de las cosas tiene aún por delante, creemos firmemente que Nokia puede mejorar la calidad de vida, impulsar el crecimiento económico y colaborar para hacer del mundo un lugar mejor. Hoy en día, el IoT está ya creando nuevos modelos de negocio y experiencias conectadas con la adopción de M2M y productos de consumo innovadores. En Nokia estamos trabajando por este mundo conectado y programable con la comercialización de 5G, que será un agente impulsor clave del Internet de las cosas.
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