Un anuncio en el periódico. Un teléfono. SGH-Z560. El nombre era absurdo. Sabía que tenía que ser de Samsung y su banda, pero algo no encajaba en el caso: no había ninjas por ninguna parte. El día era demasiado caluroso para seguir esperando un nuevo cliente y yo estaba ya cansado de buscar chantajistas y estatuas de halcones. Me encaminé a la calle. Volví a verlo en un autobús que se cruzó en el camino. Tenía buena planta. El Orejas terminó de soplarme el resto: HSDPA con hasta 1.8Mbps de ancho de banda, 30 MBytes de memoria interna y una ranura para memoria microSD. Sabía que me ocultaba algo, así que le solté la lengua con un puñado de Washingtons: el SGH-Z560 también tenía una cámara de dos megapixel y dos altavoces estéreos para reproducir música MP3, AAC, AAC+, eAAC+ y Real. Demasiadas siglas, demasiadas complicaciones. El Orejas no tenía lo que necesitaba, así que me encaminé al club de Joe. Allí estaba ella, la chica de uno de los matones de Samsung. Su traje rojo no dejaba lugar a dudas mientras me miraba detrás de su White Lady. Su melena rubia, tampoco. Era mi oportunidad de obtener lo que necesitaba en ese momento. Y también toda la información que me faltaba. Ella me lo dio todo: alcohol, carmín, perfume francés, lencería italiana y al final, no pudo callarse: Bluetooth, pantalla de 2,3 pulgadas y 98 gramos de peso. Vanjoki estaría rabioso. Samsung se le había vuelto a adelantar y yo ya olía la pólvora en el aire. Quizás Vanjoki aprovecharía para saldar cuentas conmigo esa vez. Era hora de largarse. [Continuará. O no]
Press Release [Web Wire via Mobile Tech Review]