Siempre preocupado por la información que puede llegar a su pueblo, el régimen ruso amenaza con duras sanciones a quienes se conecten a Starlink, la red de satélites puesta en órbita por SpaceX y que amplía el número de sorprendentes iniciativas emprendidas por Elon Musk.
Aún está en sus inicios la constelación de minisatélites capaces de proporcionar acceso a Internet de banda ancha a cualquier zona del planeta a cielo abierto. En la actualidad va ampliando progresivamente su zona de cobertura. Inicialmente estaba disponible sólo en territorios de la franja norte de Estados Unidos de América y parte de Canadá. Ahora comienza a ofrecer cobertura en Reino Unido y progresivamente será accesible en el norte y centro de Europa.
No tardará en ampliar sus servicios a cada vez más países y en Rusia ya han detectado la potencial amenaza que supone que cualquiera, en cualquier lugar de tan inmenso país, deje de necesitar la infraestructura de cableado o telefonía móvil que de una forma u otra pueden llegar a estar controlados por el Estado. La mera configuración del servicio de acceso a Internet de Starlink permite una libertad inédita puesto que la comunicación se efectúa de manera directa entre los satélites de la empresa y la pequeña antena parabólica que necesita el usuario.
La amenaza ha sido considerada por la Duma, la cámara rusa de representantes, y se ha aprobado una propuesta de ley que fija multas tanto para individuos como para empresas rusas que utilicen los servicios de acceso a Internet vía satélite de Starlink, así como para cualquier otro servicio similar que no sea ruso.
Las multas oscilan entre el equivalente a entre 110 € y 335 € para usuarios individuales y entre 5.550 € y 11.100 € para empresas. La razón esgrimida por la Duma es que acceder a Internet de manera independiente infringe el sistema nacional de seguridad que monitoriza las comunicaciones móviles y de Internet, que obliga a que todas las comunicaciones en territorio ruso (y esto incluye a los medios de comunicación) así como todo el tráfico de Internet se haga a través de un proveedor de servicios ruso.
La alternativa para quien carezca de una infraestructura adecuada ya se está desarrollando en Rusia: Sphere. Eso sí, sometida al poder controlador gubernamental, pero al menos permitirá acceso a Internet en zonas remotas, aisladas o infradotadas.
El principal obstáculo para su puesta en marcha es económico. Se duda de la rentabilidad de una constelación rusa de minisatélites que provean de acceso a Internet a banda ancha que podría tener un coste de unos 20.000 millones de euros. Una cifra abultadísima en comparación con la contribución estatal al programa espacial. Sirva como ejemplo que la agencia espacial rusa, Roscosmos, recibe del presupuesto del estado apenas 2.400 millones de euros anuales.
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