RunBot, que mide 23 centímetros de altura y logra 3,5 pasos por segundo, cuenta con un “ojo infrarrojo” que reconoce la inclinación del suelo, por lo que el control del aparato se adapta a las condiciones particulares de cada lugar.
Para desarrollar el mecanismo de control del robot, los científicos eligieron como modelo los circuitos de conexión nerviosa de los seres humanos. De ese modo buscaron imitar la biología lo mejor posible usando piezas de metal, chips, cables, motores y una malla neuronal.
El profesor Florentin Woergoetter explica que su proceso de aprendizaje se produce de forma que “cuando Runbot encuentra una pendiente en el terreno, los circuitos de bajo nivel “creen” que puede seguir moviéndose sin cambiar nada. En consecuencia, la máquina pierde balance y cae, lo cual dispara otros sensores, y los circuitos más avanzados de los que le hemos dotado entran en acción”. “De la experiencia de la caída, la máquina sabe que algo tiene que cambiar”, añade.
Así fue como aprendió a subir una rampa. Según un artículo publicado en la revista “PLoS Computational Biology”, en los tres primeros intentos para ascender, el androide se cayó hacia atrás cuando se encontraba a la mitad de la altura. Sin embargo, luego modificó su andar y logró superar el inconveniente. µ
vINQulos
BBC Mundo
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