Cada día se venden más iPhones que niños nacen en el mundo, unas 402.000 unidades frente a 300.000 bebés. ¿Qué significa tal desfase? Que además de ser el modelo de teléfono más exitoso, el smartphone de la manzanita mordida ha instaurado una nueva forma de consumir contenidos y conectarse a la red.
A día de hoy el móvil es el aparato tecnológico más importante para la mayoría de las personas, al menos para los españoles, e Internet es la herramienta que más ha cambiado su vida cotidiana, por encima del ordenador personal o la televisión por cable. Lo utilizamos para enviar mensajes y leer noticias, pero también para ubicarnos en el mapa, consultar el tiempo, encontrar un sitio donde comer, realizar todo tipo de reservas y acceder a nuestras cuentas en las principales redes sociales. O, en resumidas cuentas, para viajar alrededor del globo terráqueo.
La “culpa” la tienen las webs y aplicaciones para teléfonos inteligentes y tablets PC, como Foursquare, que se basan en el boca a boca, aportan recomendaciones de primera mano y permiten a los más aventureros moverse por una ciudad desconocida como si fuese la suya propia. De hecho, se calcula que el 46% de los internautas hace “check in” en este tipo de plataformas cuando está de vacaciones e incluso más, el 70%, comparte sus andanzas en forma de fotografías.
Eso sin contar los blogs personales, que afloran a un ritmo de dos creaciones por segundo, o 172.800 al día. Y se espera que la población de tecno-dependientes no haga más que crecer: si a día de hoy el 85% de los usuarios utiliza las redes sociales en su tiempo libre, el número de personas que indaga sobre futuras visitas a través de sus dispositivos móviles aumentará más del 50% de aquí a diciembre y para 2013 se triplicarán las reservas concretadas vía smartphone.
Es un hecho. Con la explosión del fenómeno Social Media y la web 2.0 ha aparecido lo que se ha acertado a bautizar como “social traveller” o viajero social. Éste ya no confía en las agencias de viajes y sus itinerarios cerrados ni se hospeda en el típico hotel de costa en busca de sol y playa, sino que aprovecha los consejos de turistas que ya han visitado la zona con anterioridad, traza recorridos virtuales antes de ponerse en marcha e intenta empaparse al máximo de la cultura local.
Esto quiere decir que, llegado el momento, disfruta de la gastronomía autóctona, se pierde intencionadamente, se relaciona con los lugareños, intenta comunicarse en su idioma y se convierte durante unos días en parte de la comunidad. También se caracteriza por sacar más rédito a su dinero y alojarse en estancias privadas. Y, por supuesto, por conectarse diariamente a Facebook. No en vano, si la red de Mark Zuckerberg fuese una religión, sería la tercera más grande (1.000 millones de adeptos) por detrás de cristianismo (2.260 millones) e islam (1.423 millones).
Por otra parte, la transformación del usuario ha obligado a la industria a reformarse. En lo que llevamos de 2012, el 100% de las compañías ha abierto una página de Facebook, en comparación con el 82% de 2011. Además, el negocio del Social Travel está desatado, con 211,7 millones de dólares en inversión para webs durante el año pasado y un incremento del 103% en sus ingresos a principios del presente curso fiscal frente al 4,03% del sector tradicional.
Una de las firmas que está contribuyendo a esta revolución es Wimdu, una startup de origen europeo que en los últimos doce meses ha conseguido 90 millones de dólares en financiación y que ya posee un listado de medio millón de alojamientos en un centenar de países y en dieciséis lenguajes diferentes. ¿Su fin? Sustituir los hoteles abarrotados de turistas por habitaciones en pisos compartidos, apartamentos o exclusivos áticos, uniendo en trato directo y seguro a anfitriones y huéspedes de todo el mundo.
Bajo el lema “viaja como un local”, esta plataforma también responde de forma creativa a las necesidades actuales, ofreciendo información de interés que incluye desde opiniones hasta visitas previas, pasando por integración con redes sociales, bitácoras y canales de vídeo.
Otro de los pilares es el de la economía compartida o consumo colaborativo, que se está consolidando con fuerza en estos tiempos de crisis y madurez social, y que supera las compras a gran escala en favor del valor humano. Para las presentes vacaciones estivales está pegando con fuerza el lujo de sumarse a la no propiedad, como puede comprobarse en el cóctel de datos anteriores y la siguiente infografía realizada por la propia Wimdu.
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