Despertarse por la mañana, consultar desde el teléfono el correo recibido, arreglarse, desayunar, acceder a las redes sociales en un descanso del trabajo, salir a comer, descansar, echar la partida de rigor al último juego descargado, volver al trabajo, hacer la compra, medir la respuesta física durante una carrera, cenar, ver una serie en el ordenador, dormir y vuelta a empezar. Así podría ser el día tipo de cualquier ciudadano del mundo con Internet. El tuyo o el mío, por ejemplo. Pero dista mucho de la realidad de 4.000 millones de personas, según las estimaciones de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT).
Y es que ése es aproximadamente el número de gente que no hace uso aún de un invento que comenzó a gestarse a finales de la década de los 60 en el entorno militar. La popularización no fue inmediata, ni parece que especialmente equitativa. Su apertura a la comunidad internacional llegó unos cuantos años después y la suma de internautas, de acuerdo con los mismos cálculos de la UIT, está cargando las tintas sobre los países más avanzados económica (y tecnológicamente) como pueden ser Estados Unidos o las potencias europeas. Éstos concentran dos tercios de los 3.000 millones que se prevén para finales de 2014, mientras que 9 de cada 10 no usuarios viven en los países en desarrollo.
El sueño de Mark Zuckerberg
La realidad es cruel. Estos contrastes extremos a la hora de simplemente tener la opción de acceder o no a una herramienta que se ha vuelto imprescindible para el desarrollo obstruyen las posibilidades de la mayor parte de los seres humanos. Y eso es algo que durante los últimos meses se han propuesto combatir algunos de los nombres más destacados de la industria tecnológica online. ¿Por ejemplo? Facebook. La plataforma social por excelencia cuenta en su haber con 1.280 millones de usuarios mensuales activos, de los que más de 1.000 millones se conectan directamente desde un teléfono móvil o tableta. Pero si no hay conexión a Internet que los ampare, el crecimiento se estanca.
Con un afán de seguir recolectando adeptos, pero también de fomentar la aparición de “nuevos modelos de negocio sostenibles” y “brindarles las mismas oportunidades que tienen los que ya están conectados”, Facebook anunciaba el verano pasado por medio de su creador, Mark Zuckerberg, el nacimiento de Internet.org. Esta asociación en la que también colaboran empresas como Ericsson, MediaTek, Nokia, Opera, Qualcomm y Samsung, se ha marcado como reto conectar a quienes no pueden permitirse el enganche a Internet. Y esto pasa por volver el acceso más asequible, ya sea con dispositivos low-cost, tarifas razonables, servicios que consuman menos datos o infraestructuras novedosas.
Con un poco de ayuda de los drones
De ahí que Facebook haya optado por experimentar con drones, satélites y láseres con los que transmitir su señal desde el cielo a zonas ahora mismo desatendidas. En su catálogo de proyectos se encuentra además una flota de aviones alimentados por energía solar que tendría en el punto de mira a “áreas suburbanas en regiones geográficas limitadas”. Pero también redes en malla y avances en comunicación óptica por el espacio libre, áreas en las que está siendo capaz de progresar tras contratar a expertos en investigación aeroespacial del Jet Propulsion Lab de la NASA y del Centro de Investigación Ames, entre otros, que ahora forman parte del denominado Connectivity Lab de Facebook.
El lema de la red social es que cada comunidad es diferente, por lo que cada una de ellas necesita una solución técnica también diferente. Es por eso que no se limita a una única vía de actuación. ¿Sus logros hasta la fecha? Según explica el propio Zuckerberg, ha generado 3 millones de internautas con acciones en Filipinas y Paraguay. En las islas asiáticas ha colaborado con la operadora Globe para abaratar las tarifas ofrecidas gracias un plan de datos gratuito para sus aplicaciones, lo que ha duplicado el número de clientes de datos móviles. Y, en el país sudamericano, el resultado final tras su alianza con Tigo ha sido de un 50% más de gente usando Internet. En Ruanda, mientras tanto, se está aplicando el programa piloto SocialEDU para llevar la Red de redes a las aulas con contenido educativo gratis.
¿Qué está haciendo Google?
El punto de la educación es básico. La ONU declaró hace un par de años el acceso a Internet como un derecho universal. Y es que se trata de un canal de desarrollo, democracia, libertad de expresión e incluso financiero. Con él se pueden establecer puestos de trabajo, difundir información, alimentar el pensamiento crítico y mejorar las condiciones de las nuevas generaciones. Ésas que en algunas zonas del planeta ya se conocen como nativos digitales. Google es otro gigante nacido de la web que, al igual que Facebook y sus socios, está contribuyendo a que todos los niños puedan tener las mismas oportunidades. Una de sus últimas aportaciones ha sido dar conexión por primera vez a la escuela de Linoca Gayoso, en las afueras del municipio brasileño de Campo Maior.
Su método son los globos que vuelan gracias a la acción de los vientos estratosféricos o a altitudes dos veces superiores que los aviones comerciales, proporcionando una velocidad superior al 3G. Hablamos, cómo no, del Project Loon, que ya se ha ido moviendo por unas cuantas regiones del planeta. Su puesta a punto comenzó en junio del año pasado con el despliegue de una treintena de globos en la neozelandesa Canterbury. Desde entonces, ha estado de experimentos por California para perfeccionar la tecnología utilizada y se ha atrevido a dar una vuelta al mundo en 22 días, pasando por el Pacífico y países como Chile y Argentina. Se espera que en 2015 Project Loon de por fin un salto de calidad oficialmente y deje de ser un proyecto quimérico.
Eso sí, como toda innovación que se precie, sus aparatos tienen que pasar antes una fase de prueba y error que permita introducirlos, más pronto que tarde, en nuestras vidas. O más bien en la de esos miles de millones de personas que faltan hasta los 7.000 millones de internautas ideales, uno por cada habitante. Loon busca, por ejemplo, limitar las interferencias, hacer funcionar su antena y dotarse de un paracaídas eficaz en caso de necesidad. Tan importante como su poder de conexión es que cada globo se ubique en el área requerida en el momento preciso. En este sentido Google ya ha aprendido valiosas lecciones en su danza con el viento, llegando a pronosticar la trayectoria dos veces más rápido y volviendo la bomba de aire tres veces más eficiente para fijar altura y dirección. En Brasil ha tomado nota de cómo enfrentarse al clima húmedo y las temperaturas cálidas del ecuador y ha probado por fin la tecnología LTE. El futuro pinta prometedor.
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