En este momento de economía globalizada, los consumidores se muestran escépticos no sólo de que las empresas puedan asegurar sus operaciones, sino también de que la información confidencial del consumidor se filtre fuera del sistema.
Los clientes están muy preocupados del mal uso que se hace de su información personal. Y no sin razón: el robo de datos e identidad ya no puede ser considerado sencillamente como un riesgo inherente a la práctica de los negocios. Si las organizaciones no dan los pasos adecuados para evitar los riesgos asociados a la vulnerabilidad de las personas, los procesos y la tecnología, se enfrentan a la posibilidad de perder un componente crítico para el éxito empresarial: la confianza del cliente.
Hoy en día, los ejecutivos se encuentran cara a cara con el serio reto de determinar cómo gestionar los riesgos que no pueden ver. La seguridad de la información está amenazada desde muchos ángulos.
En primer lugar, la amenaza de robo intencional es más alta, perpetrada tanto por algún empleado a disgusto con fácil acceso a la información del cliente, como por el sofisticado hacker que ha desarrollado estrategias de phishing para atrapar a los consumidores que comparten los detalles de identificación.
En segundo lugar, se pueden dar brechas inadvertidas relacionadas con la debilidad tecnológica y los sistemas de seguridad y control (tanto dentro de la organización como en la empresa de los socios con los que se comparte información crítica).
No existe una solución única para este problema cada vez más presente. Pero establecer un plan estratégico a través del análisis del riesgo puede ayudar a identificar las amenazas y mitigar los riesgos que se interponen al éxito empresarial. Para gestionar el riesgo, las compañías deben utilizar un enfoque práctico que tenga en cuenta a la gente, a los procesos y a los riesgos técnicos inherentes a sus negocios.
A continuación exponemos un marco de riesgos que puede servir de guía para las organizaciones que quieran establecer un plan holístico de protección de los datos y la identidad de sus clientes. Las estrategias claves son:
1. Conseguir esponsorización y apoyo
Incorpora un programa de prevención de pérdida de datos que los ejecutivos de la empresa puedan entender y apoyar. Al implantar una estrategia antifraude sólida y escalable que utilice un enfoque multidimensional para detectar comportamientos sospechosos, las organizaciones pueden hacerse con el control de la información importante, reducir el coste de las brechas y hacer más visible la forma en la que los datos se utilizan en la empresa. La estrategia debería implicar al personal de gestión y al consejo general más veterano, además de ser parte del engranaje de seguridad de la compañía. Los líderes deberían promover la estrategia poniendo en marcha procedimientos coherentes a este enfoque.
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