Portugal, ese cercano desconocido

Poco o nada saben los españoles de Portugal más allá de los mitos, como las toallas al kilo o los platos de bacalao, aunque el país vecino es mucho más que eso. A la mitad de distancia y a la mitad de tiempo de vuelo de París, Lisboa es una capital más que atractiva hacia la que deberían mirar los inversores españoles… incluso aquellos del mundo de las tecnologías. Pescanova, por poner un ejemplo, ya cuenta con buenos amarres en Portugal. ¿Por qué no podrían hacerlo las tecnológicas españolas?

Portugal es un país especialmente receptivo a la inversión española, como explica el director general de Quint Wellington Redwood para España y Portugal, Antonio Crespo de la Mata. Crespo conoce muy bien, dada su posición, los dos mercados y los prejuicios que se puede encontrar un inversor a la hora de entrar o no en ellos.
“En el pasado han existido ciertos recelos de carácter sociológico entre ambos países, inevitables por la cercanía geográfica y la evolución histórica común de ambos países”, reconoce el directivo, pero “esos recelos están progresivamente desapareciendo”.

Portugal puede tener, además, mucho que decir en un futuro: algunas de las innovaciones que se presentaron en la última feria Portugal Tecnológico 2009, y como recoge el Instituto de Comercio Exterior (ICEX) en su correspondiente informe, se introducen en algunos de los campos más punteros de las tecnologías del futuro, como el coche eléctrico (el Instituto Superior de Ingeniería de Coimbra presentó un vehículo eléctrico de poco consumo y para el que no es necesario carné). 
La feria sirvió de escaparate y de polo de atracción: se presentaron los proyectos de desarrollo regional y polos de atracción a destacar. En el evento, señala el mismo informe del ICEX, no hubo participación española.


“Se trata de un mercado con una mano de obra muy cualificada”, explica Crespo, que destaca como la cercanía del país a lo largo de la historia a Reino Unido hace que Portugal vaya muy por delante en cuestiones como implantación de prácticas de gestión o en dominio de idiomas. 
Los portugueses se defienden estupendamente en inglés, un vacío que tienen por ejemplo a niveles generales los españoles, y que les convierte en un destino estratégico para inversiones muy concretas. “Les convierte en un destino de near-shore atractivo para el resto de países europeos”, explica Crespo.

El potencial de Portugal es por tanto considerable. Y además es un mercado casi natural para la producción española: los lusos están a tiro de piedra. Bien comunicados con regiones fronterizas, como Galicia (con quien el norte del país ya forma una región económica, con acuerdos en materia de educación y con una evidente proximidad linguística), y cada vez más cercanos (a pesar de las presiones políticas, el AVE España – Portugal está cada vez más próximo), llegar a Portugal es cada día más sencillo.

“La consideración de la península como unidad geoestratégica tiene implicaciones positivas para casi todos los sectores, el tecnológico no es una excepción”, reconoce Crespo interpelado sobre la costumbre de las grandes compañías de convertir su posicionamiento en la zona en una punta de lanza con el apellido ‘ibérico’. “En el pasado, una de las equivocaciones de las empresas españolas ha sido la de considerar exclusivamente a los directivos españoles como gestores de organizaciones ibéricas”, reconoce el directivo, que explica que la situación ha cambiado “en los últimos tres años, con muchas compañías ibéricas con directivos portugueses al frente”.

Portugal ya ha empezado a invetir en España y en hacer a sus compañías más visibles, ahora sólo queda a las empresas españolas no quedarse atrás. Portugal es un vecino desconocido pero con mucho potencial.