La industria del arte es muy poderosa en Nueva York. La ciudad de los rascacielos es un referente del mercado del arte a nivel mundial; no ya por los consagrados museos, sino por las innumerables galerías y exposiciones de viejos y nuevos talentos; son estos los auténticos termómetros del elitista clima cultural.
A diferencia de otras ciudades, en Nueva York el mercado del arte está lleno de vitalidad.
Para que esta industria funcione, es necesario que las grandes fortunas inviertan parte de su capital en los artistas consagrados o lo que es más importante aún, en los emergentes.
Pero la fiebre coleccionista se extiende principalmente por los países asiáticos, Estados Árabes y rusos. Se rumorea en los mentideros que tras la adquisición anónima de una de las piezas de la popular serie de cuadros de “El grito” de Munch hay un comprador árabe.
Nueva York se está reconvirtiendo también en la nueva meca techie. Son muchas las compañías TIC -como Facebook , AOL o Google- las que han llevado sus oficinas a la vorágine de la gran manzana. Se observa una especie de transición del campo a la ciudad. Valga la analogía para describir el paso desde los tranquilos campus de Silicon Valley a la metrópoli.
Crece con ello el número de jóvenes dedicados a la industria TI amasan grandes fortunas. Son los nuevos ricos, en los que reside la responsabilidad de mantener la industria del arte. Pero lejos de vitalizarla, los expertos ven que el interés en invertir en arte decrece entre los ingenieros TI.
¿Por qué no invierten los millonarios TIC en arte?
Representantes del mercado del arte consideran que son estos nuevos ricos los que deben apoyar el ecosistema, especialmente el de las instituciones privadas.
“Si ellos son los próximos Rockefellers, Carnegies y Fricks, en definitiva, las personas que mantendrán la saludable elite americana, ¿Por qué no apoyan la cultura?”, se pregunta Sima Familant.
Hay algunas posibles explicaciones a este desinterés. La industria tech en Nueva York es relativamente nueva, sus miembros son jóvenes y la mayoría carece de conocimientos sobre el estado del mercado del arte. “Es muy raro ver a gente de startups en inauguraciones de galerías”, asegura un galerista.
Los jóvenes emprendedores TI que consulta el diario The New York Times aluden a las opacas normas no escritas del mercado del arte. “Hay una barrera natural”, dice Sara Jane Bruce, galerista. El mercado “es insular y hermético”, admite.
“Ir a una galería es una experiencia desalentadora, aunque seas Mark Zuckerberg”, dice Mike Brown, fundador de AOL Ventures.
Hay además una extendida concepción sobre que la industria del arte es demodé. “Si dijera a mis amigos que soy coleccionista de arte se reirían de mí”, asegura Dennis Crowley, cofundador de Foursquare.
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