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Por qué a veces es mejor crecer más despacio

Montar una empresa y verla crecer es algo que todo emprendedor incluye en sus planes y expectativas. Después, en los sueños más íntimos y que casi no comparte con nadie, la imagina convirtiéndose en un éxito casi instantáneo, siendo perseguida por nuevos clientes que solo cuentan maravillas de ella mientras sus ingresos crecen mucho más rápido de lo que habíamos previsto. Bien, ¿no? No siempre.

La expresión «morir de éxito» existe y no por casualidad: se trata de una realidad más que estudiada y mucho más frecuente de lo que pensamos en el mundo de las startups. Crecer por encima de nuestras expectativas hará que nos enfrentemos a retos para los que no nos habíamos preparado, lo que puede acabar teniendo un efecto muy peligroso, cargándose ese crecimiento mucho más rápido de lo que apareció. ¿Cuáles son los peligros de crecer demasiado rápido?

1. Contratar rápido y mal. De pronto el negocio empieza a crecer, la demanda aumenta y el volumen de trabajo se multiplica. Esto suele tener dos efectos secundarios poco deseables: uno, que el equipo se agota y quema mucho más rápido, lo que afectará a la calidad general de lo que ofreces; otro, que cuando quieras evitar el primer problema contratando a más gente, te dejes llevar por la urgencia de la situación y contrates a candidatos poco adecuados.

2. No entender bien la situación financiera de la firma. Cuando todo es pequeño y funciona a un ritmo estable, la situación financiera suele estar bastante clara. Pero cuando se empieza a crecer, no solo aumentan los ingresos, sino también los gastos y riesgos por lugares que nunca habríamos imaginado. Es fácil quedarse en el aumento de los ingresos y no ver cómo los gastos están creciendo también a un ritmo peligroso.

3. No poder atender a toda la demanda. Es lo que le pasó a Pebble cuando hace unos años protagonizó el primer éxito en Kickstarter: todo el mundo quería el reloj inteligente y la compañía no fue capaz de cumplir plazos de producción y envío porque nunca había pensado qué haría si tenía mucho éxito. Nada daña más a una empresa que los clientes a los que no se les da aquello por lo que han pagado.

4. Perder perspectiva sobre el negocio. El ritmo aumenta tan rápido que cada vez es más difícil dar un paso atrás para ver cómo está funcionando todo en conjunto, hacia dónde queremos ir y qué debemos hacer para llegar ahí. Uno de los peligros de crecer muy rápido es que lo urgente empieza a ser lo único que se soluciona, dejando lo importante para otro momento que nunca llega.

5. Problemas de gestión. Pasar de ser una pequeña startup a un negocio con una facturación importante en poco tiempo significa tener que enfrentarse a situaciones de gestión que nunca antes se habían vivido. No es lo mismo operar con un negocio pequeño que con uno grande y los empleados encargados de esa área o el mismo CEO no siempre son capaces de hacer la transición al ritmo adecuado.

Ana Bulnes

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