¿Por qué deberíamos integrar el pensamiento computacional desde edades tempranas?
El pensamiento computacional se enfoca en desarrollar habilidades como la resolución de problemas, la descomposición de tareas y la creación de soluciones estructuradas.
Cada vez son más los expertos que defienden la importancia de acercar a los niños a la programación en edades tempranas, un asunto del que nos hemos hecho eco en Silicon.es.
Además, tener conocimientos de programación ha dejado de ser un requisito que se exige exclusivamente a los profesionales del sector TIC, algo de lo que también hemos hablado.
Pero quizá deberíamos tener mayor amplitud de miras y no limitarnos únicamente a la programación. “El pensamiento computacional es una habilidad fundamental en el siglo XXI, equiparable al pensamiento matemático o científico, que va más allá de la simple programación”, afirma en un artículo Jorge Calvo, profesor y director de Innovación y Tecnologías del Colegio Europeo de Madrid.
“En lugar de limitarse a entender lenguajes de codificación, como Python o Scratch, el pensamiento computacional se enfoca en desarrollar habilidades críticas como la resolución de problemas, la descomposición de tareas y la creación de soluciones estructuradas. Estas habilidades no sólo son aplicables en la tecnología, sino también en diversos aspectos de la vida diaria y el aprendizaje”, recalca.
De este modo, en lugar de centrarnos en enseñar programación, que puede ser demasiado complicado en edades tempranas, aboga por potenciar el pensamiento computacional, ya que entiende que es “una alternativa más accesible y efectiva, especialmente para las edades de 3 a 6 años”.
Ventajas de educar el pensamiento computacional
“Cuando trabajamos con el pensamiento computacional desde edades tempranas, los niños comienzan a desarrollar una comprensión profunda de cómo estructurar y abordar problemas. Por ejemplo, al descomponer una tarea compleja como ordenar el aula en pasos más simples, el alumnado no sólo aprende a organizarse, sino que también interiorizan cómo un sistema computacional podría abordar una tarea como ésta, empezando por los objetos más grandes, luego los medianos y después los pequeños”, especifica Calvo.
Además, reseña que trabajar el pensamiento computacional en un aula desenchufada elimina la dependencia de dispositivos electrónicos y permite a los docentes enfocarse en estrategias pedagógicas manipulativas y creativas.
“En estas aulas, los materiales tradicionales, como bloques, tarjetas, hojas de papel y recursos visuales, se transforman en herramientas poderosas para enseñar conceptos clave. Por ejemplo, actividades como diseñar secuencias de movimientos o identificar patrones en objetos cotidianos fomentan habilidades que luego pueden ser transferidas al ámbito tecnológico”, expone.
“Trabajar esta habilidad de solucionar problemas desde edades tempranas no sólo tiene un impacto en el desarrollo académico, sino que también fomenta habilidades transversales como la colaboración, la comunicación y la persistencia. Estas competencias son esenciales en un mundo laboral en constante cambio y forman la base para futuros aprendizajes en áreas como las ciencias, las matemáticas y la tecnología”.
Igualmente, pone el acento en que el pensamiento computacional prepara a los niños para enfrentarse a un futuro donde la tecnología será una herramienta omnipresente. “Al aprender a estructurar ideas, resolver problemas y trabajar en equipo, el alumnado desarrolla una mentalidad que les permitirá adaptarse y prosperar en cualquier campo que elijan”, comenta.
Por otro lado, considera que adoptar un enfoque de aula desenchufada “no sólo democratiza el acceso al aprendizaje, sino que también permite integrar el pensamiento computacional en contextos donde los recursos tecnológicos son limitados”.
Importante papel del docente
El profesor del Colegio Europeo de Madrid hace hincapié en el importante rol que desempeñan los docentes en la integración exitosa del pensamiento computacional en las aulas, por lo que su preparación es esencial.
“Es fundamental que ellos mismos desarrollen una comprensión sólida de los conceptos y habilidades que desean enseñar. Esto incluye desde entender cómo descomponer problemas hasta cómo facilitar actividades que promuevan la creatividad y el pensamiento lógico en los niños”, detalla.
Además, señala que “el aprendizaje desenchufado es altamente adaptable, permitiendo a los docentes ajustar las actividades según la madurez y las capacidades del alumnado”. Así pues, un docente formado en pensamiento computacional no sólo está capacitado para transferir este conocimiento a su alumnado, sino que también puede adaptar su enseñanza para diferentes edades.
“Por ejemplo, en un grupo de tres años, las actividades pueden enfocarse en identificar patrones básicos o realizar secuencias simples. Mientras que para niños de cinco años, se puede introducir la descomposición de tareas más complejas”, apunta Calvo.