Las paradojas del cementerio TIC
“Antes de imprimir este documento piense bien si es necesario hacerlo, el medio ambiente es cosa de todos”. Gestos como el de incluir este mensaje al final de un correo electrónico han contribuido, sin lugar a dudas, a un mayor compromiso ecológico por parte de los usuarios.
También lo han hecho inventos como el email, el libro electrónico o el periódico online, que han favorecido la reducción del uso de papel. Pese a todo, el sector de las nuevas tecnologías continúa haciendo un gran daño al medio ambiente.
Es lo que podríamos denominar “la paradoja de las TIC”: la que por un lado promueve una reducción en el uso de papel mientras que por otro genera, según Greenpeace, 4.000 toneladas de residuos electrónicos tóxicos cada hora.
La basura electrónica, integrada por desechos procedentes de equipos informáticos, televisores, teléfonos móviles y otros dispositivos, supone uno de los grandes problemas ecológicos de nuestro tiempo. Según un informe elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la generación de este tipo de residuos, crece en el mundo a un ritmo de alrededor de 40 millones de toneladas por año. En la Europa de los 27, el ritmo de crecimiento oscila entre las 8 y las 9,1 toneladas anuales. China y EE.UU. son los principales generadores de basura electrónica en el mundo.
Ante estas cifras meteóricas, la ONU ha lanzado una advertencia clara: o se toman medidas o esta situación generará graves riesgos para el medio ambiente y la salud pública, principalmente en los países en desarrollo.
Se teme que los Países del Sur se conviertan en “cibervertederos” de los países industrializados, ya que a estos les resulta más barato exportar su chatarra electrónica que reciclarla. No sería la primera vez que países del denominado “Primer Mundo” envían sus residuos informáticos a países menos desarrollados violando leyes internacionales como el Convenio de Basilea.
De hecho, Naciones Unidas ha denunciado que tanto EE.UU. como Europa han llegado a enviar ordenadores “inservibles” a países africanos a modo de donación, una práctica que Greenpeace denuncia internacionalmente desde hace años. India, China o Ghana son destinos habituales de la basura electrónica de países más desarrollados como Reino Unido, Japón o Estados Unidos.Greenpeace estima que tan solo en Nueva Delhi existen 25.000 trabajadores en los vertederos donde cada año, adultos y niños, manipulan entre 10.000 y 20.000 toneladas de productos tóxicos.
Julio Barea, responsable de la campaña de basura electrónica de Greenpeace, nos confirma que la organización trabaja desde hace años a favor de la eliminación de este tipo de residuos. Lo hace principalmente en dos frentes: por una parte, denunciando el tráfico de chatarra electrónica a terceros países y, por otra, trabajando con las principales empresas fabricantes de productos electrónicos, para que se responsabilicen de sus residuos.
“Llevamos 14 ediciones elaborando el ranking verde de electrónicos” -indica Julio Barea- una guía que informa sobre el comportamiento de las principales empresas fabricantes de electrónica en materia de eliminación de químicos peligrosos, eficiencia energética y compromiso que tienen las marcas de retirar y reciclar correctamente sus residuos una vez que los usuarios dan por finalizada la vida útil del dispositivo. En 2009, el número uno del ranking en 2009 lo ocupa Nokia.
La empresa se mantiene en el primer puesto a pesar de que su puntuación se ha reducido en comparación con otros años. Perdió un punto por no hacer presión para la revisión de la Directiva Europea sobre la Restricción de ciertas Sustancias Peligrosas en aparatos eléctricos y electrónicos. Sin embargo, el hecho de haber desarrollado una batería que se recarga gracias al movimiento del cuerpo, parece haberle ayudado a mantenerse en la primera posición.
Según Julio Barea “es evidente” que, a raíz de la campaña que Greenpeace ha lanzado internacionalmente, algunas marcas han mejorado sustancialmente. Por ejemplo, Apple o HP -precisa Barea- han adquirido compromisos de eliminar sustancias tóxicas en sus aparatos.
También Dell, que ocupa en 2009 el décimo cuarto puesto en el ranking elaborado por Greenpeace, apuesta por soluciones verdes. Fue el primer fabricante tecnológico que prohibió la exportación de residuos electrónicos desde países desarrollados a países no desarrollados, ni directamente, ni a través de intermediarios. La empresa, que en 2009 gestionó aproximadamente 190.000 kg de residuos informáticos a nivel mundial, prima la reutilización de todos los equipos, sus partes y componentes. La última opción, asegura Laura Alonso, responsable de medio ambiente de Dell España, es siempre la reutilización energética, es decir, la incineración.
Dell ofrece a los consumidores el reciclaje de ordenadores e impresoras de cualquier marca sin coste alguno en caso de que se produzca una compra de un equipo nuevo de marca Dell y de cualquier equipo Dell, con o sin compra. También ofrece a los consumidores la opción de donar sus ordenadores viejos a organizaciones sin ánimo de lucro.
Ordenadores con más de una vida
La reutilización es la primera de las opciones que se contempla cuando un usuario se deshace de su equipo. En la mayoría de los casos, debido a que las empresas duplican la potencia de los ordenadores en tiempo récord, éstos acaban convirtiéndose en residuos aún cuando son valiosos y funcionan a la perfección.
Conscientes de ello, algunos organismos reciben el material informático, lo revisan, lo acondicionan y lo entregan a ONG y a asociaciones sin ánimo de lucro para favorecer la integración social y digital de los colectivos más vulnerables de la sociedad. Un ejemplo de este tipo de instituciones es la Fundación Bip Bip, que desde el año 2000 ha puesto en marcha 2.132 aulas que han favorecido a casi 600.000 personas en España y en otros países de América Latina, Asia y África.
El pasado año la Fundación Bip Bip gestionó alrededor de 2.000 equipos procedentes, en su mayoría, de empresas. Una vez se comprobó su perfecto funcionamiento, se entregaron a ONG u asociaciones que habían presentado un proyecto de uso de los equipos. “Sin proyecto no hay donación”, asegura May Escobar, Directora General de la Fundación Bip Bip.
Una vez realizada la donación, la Fundación realiza un seguimiento de los equipos durante un año. Pasado ese plazo, la ONG pasa a ser dueña de los ordenadores y se compromete por escrito a reciclar los aparatos según la normativa vigente al final de su vida útil. Según afirma Escobar, en España las organizaciones de personas mayores y de mujeres son las principales receptoras de ordenadores de segunda mano. En el extranjero, las entidades educativas son las que más demandan estos equipos.
Hace dos años los consumidores españoles podríamos haber sido descritos como grandes consumidores de tecnología. Hoy, sin embargo, con la actual coyuntura de crisis, parece que se ha frenado el ritmo de compra de productos electrónicos. May Escobar lo confirma. “La crisis se nota de forma alarmante. En la actualidad hay personas que no se plantean la donación, los usuarios alargan más la vida de sus equipos y algunos incluso apuestan por el remarketing de su ordenador usado”, confiesa la Directora General de la Fundación Bip Bip. A pesar de que todavía no cuentan con cifras oficiales, desde la Fundación estiman que
Si en algún momento llegó a pensar que la crisis económica podría favorecer la reducción de residuos electrónicos, quítese la idea de la cabeza. El patrón de descenso en el consumo y de mayor aprovechamiento de los equipos que se registra en España no se traslada a escala mundial: la consultora de tecnología Gartner prevé que este año las ventas de ordenadores se incrementen en un 19,7% hasta alcanzar la comercialización de 336,1 millones de nuevos equipos.
¿Soluciones? Haberlas haylas y desde Greenpeace nos indican que son bastante lógicas. Se trata de que las empresas se comprometan a mejorar sus productos y a hacerlos más verdes y de que los consumidores sean responsables de lo que compran, siendo conscientes de que deben darle el máximo de vida posible al producto y deshacernos de nuestras compras en lugares que garanticen una buena recuperación y gestión del mismo.