Otra de P2P
El Tribunal Supremo de Estados Unidos amenaza a las compañías con foco en el negocio P2P, en un intento de alargar la agonía del sector.
A pesar de lo que nos puedan contar los voceros de los distintos lobbys, las principales carencias de la cultura del establishment se encuentran en la creatividad de los autores, editores y productores, que se siguen aferrando a modelos comerciales y artísticos desfasados. Sin embargo, tenemos que acostumbrarnos al victimismo de aquellos que tienen una posición de poder fuerte y se resisten a perder su trozo de pastel.
La industria del entretenimiento ha optado por formatos en los que la copia es muy sencilla. Y no es producto de la casualidad. Cuanto más simple es la producción, menos trabajadores y capital fijo se precisa, por lo que el ahorro de costes es más que significativo y los beneficios crecen como la espuma. Si a ello le añadimos una portada satinada, ya tenemos el suficiente valor añadido como para tratar de exprimir al máximo el manido cuatro por cuatro, o el previsible argumento fílmico que cualquier párvulo es capaz de crear (y mejorar la mayor parte de las veces).
No es cuestión de impedir la piratería. Por mucho que insistan, la mayor parte de los usuarios no tiene fin de lucro con sus descargas. Para todo aficionado a la música y al mundo de las descargas no hay más que recurrir a las letras del celebrado disco “Lola vs. Powerman ?” del grupo The Kinks (en especial su canción The moneygoround ), que ya en la década de los sesenta radiografía un sector en el que los primeros estafados son los autores. Los juicios y declaraciones de los Rolling Stones respecto a su antigua discográfica siguen siendo muy educativos. (Siempre hay honrosas excepciones de productores realmente comprometidos y amantes del arte y la cultura que sí ofrecen valor añadido: ver 24 Hour party People para ver que existe vida más allá de lo conocido).
El modelo de la gran firma sólo tiene razón de ser en productos enlatados para Navidades y verano, o coventrizaciones del tipo OT. El autor que tiene algo que contar debe buscar la independencia. Internet y las nuevas tecnologías le ofrecen la plataforma y los medios para la autoproducción y promoción.
Continuarán apareciendo normas para extender el modelo actual y quizá consigan algún que otro canon, prohibición y denuncia, pero su pan para hoy, es hambre para mañana.