La ingeniería inversa aplicada sobre el cerebro humano podría hacer a las máquinas más inteligentes que los humanos en el 2020. Semejante afirmación parece totalmente descabellada en un principio, pero es lo que afirma Ray Kurzweil, experto en inteligencia artificial y autor del best-seller “The Singularity is Near” (La Singularidad está Cerca). Los detalles sobre cómo podría ocurrir algo así tan pronto, tras dar el salto.
Que los superordenadores están haciéndose cada vez más poderosos en sus cálculos, es un hecho. Si estos ordenadores se unieran en cloud computing (básicamente una arquitectura de computación distribuida en red) serían mucho más potentes. Si a esto añadimos algoritmos más poderosos y eficientes, más “inteligentes”, podríamos dar lugar a la supercomputadora final que nos ayudará a solventar los desafíos futuros. Esto afirma Kurzweil.
Este punto en el que las máquinas sobrepasen la inteligencia humana se llama singularidad tecnológica. Como las que hay en los agujeros negros, una “singularidad” es un punto a partir del cual nuestra capacidad de predicción se vuelve prácticamente nula. Es decir, al igual que las leyes de la física (que nos permiten predecir qué ocurre en un punto normal del espacio) se tornan inservibles en una singularidad espacial, en una singularidad tecnológica, la tecnología en la que el ser humano se vería (¿o verá?) inmerso podría hacerse incomprensible para nosotros, dado el más rápido desarrollo del intelecto artificial que el nuestro.
Dicho de otro modo, incluso el ser humano más inteligente sería un paleto en comparación con este intelecto artificial. Dejaríamos de ser capaces de comprender todo lo que hemos creado con ayuda de un ordenador así, de igual manera que un perro no puede entender el funcionamiento de un simple motor eléctrico. De hecho, podría automejorarse más eficientemente de lo que lo mejoraría un humano (si es más inteligente, ¿por qué no?) Las cosas empezarían a parecernos “mágicas”.
Actualmente está intentando conseguir una inteligencia humana desde hace casi una década, con equipos de neurólogos, ingenieros informáticos y psicólogos. ¿Pero está la tecnología lista para acoger esta inteligencia? La clave de la ingeniería inversa está en descodificar y simular la corteza cerebral, lugar donde reside la consciencia y raciocinio. La corteza cerebral humana tiene unos 22.000 millones de neuronas y unos 220 billones de sinapsis. Todavía no existe un superordenador capaz de simular esto: se estima que la máquina necesitará 36’8 petaflops por segundo de velocidad y una memoria de 3’2 petabytes. No obstante, “Sequoia”, supercomputador de IBM que estará listo el año que viene, alcanzará los 20 petaflops.
Por supuesto, sin los algoritmos adecuados no sería más que un montón de chatarra. Se estima que el funcionamiento de la corteza cerebral se podría emular con aproximadamente un millón de líneas de código. Aunque todos estos datos son orientativos y podrían ser insuficientes (al fin y al cabo, un algoritmo puede ser mejor o peor, necesitar más o menos líneas, más o menos capacidad de computación).
Esto genera interesantes preguntas, como: ¿puede una máquina ser consciente de sí misma? ¿Qué es ser consciente de sí mismo? En cualquier caso, me parece que el 2020 está demasiado cerca como para llegar a eso. Y sobre todo, ¿sólo somos eso? ¿Memoria y sinapsis, reacciones químicas que se pueden emular? —Javier G. Pereda [Wired vía Gizmodo USA]
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