La presión por reducir costes y concentrarse en las actividades negocio de
mayor valor añadido ha obligado a las empresas a buscar soluciones para alcanzar
este objetivo, manteniendo los niveles de servicio actuales.
Una de estas fórmulas, conocida como offshore, es la externalización de
servicios a países más económicos. Se conoce como offshore la práctica de
subcontratar servicios a empresas localizadas en países cuya mano de obra es más
barata que el país en el que se sitúa la compañía que externaliza dichos
servicios. Aunque hasta ahora los puestos de trabajo que se externalizaban eran
los de llamado ?cuello azul’ (no cualificados), la práctica está afectando a los
de ?cuello blanco’ (cualificados).
Aunque hace sólo unos años hubiera sido impensable que un director de
sistemas decidiese externalizar el desarrollo o mantenimiento de los sistemas
informáticos, lo cierto es que se trata de una actividad relativamente fácil de
deslocalizar.
Si a esto le añadimos que en la India, Asia o los países del este de Europa,
los costes son aún considerablemente más bajos que en España y el personal
informático cualificado abunda, no sorprende que este fenómeno vaya en aumento.
Pero este temor ante la imparable pérdida de puestos de trabajo de cuello
blanco es, en cierto modo, injustificado. El offshore de servicios informáticos
debe considerarse como una oportunidad para ahorrar costes, aunque a corto plazo
signifique la migración de empleo cualificado.
La externalización de servicios informáticos permite variabilizar los costes
fijos destinados al desarrollo y mantenimiento de los sistemas informáticos,
liberar recursos para desarrollar iniciativas estratégicas y acceder a
especialistas de los que no se dispone internamente. Sin embargo, la relativa
novedad del mercado del offshore y la falta de experiencia propia de los
directores de operaciones y responsables de informática pone de manifiesto
cierta inseguridad a la hora de definir la estrategia de adecuada para la
empresa.
La directriz básica a la hora de tomar una decisión es concentrarse en las
áreas en las que existe una diferenciación estratégica y que se desea controlar.
Una vez identificadas estas áreas es necesario categorizar los sistemas
informáticos en sistemas imprescindibles para conseguir esta diferenciación y
los que no lo son. De esta forma, se debería mantener el control de las
actividades clave dentro de la cadena de valor informática, como la definición,
especificación y pruebas del sistema. Las otras actividades de esta cadena de
valor, como el diseño técnico, la implantación y el mantenimiento sí que se
pueden externalizar.
Los temores principales como, por ejemplo, la pérdida de control se pueden
minimizar estableciendo un proceso de selección detallado del proveedor de
servicios externo, poniendo mucho cuidado en la negociación final a la hora de
redactar el contrato y los niveles de servicio esperados y formando un equipo
especializado en gestionar a los proveedores y monitorizar el cumplimiento de
los niveles de servicio contratados.
La deslocalización es consecuencia de la globalización de las actividades
económicas. Gracias a las mejoras en telecomunicaciones, la externalización a
otros países está afectando tanto a la industria como a los servicios. Las
tecnologías de la información y la comunicación son especialmente fáciles de
deslocalizar puesto que el producto o servicio puede transmitirse
instantáneamente por las redes.
Pero, ¿amenaza el offshore a los puestos de trabajo del sector tecnológico
occidental? Un estudio de McKinsey afirma que: a) la deslocalización beneficia a
los dos países a los que afecta; b) cada dólar que Estados Unidos paga a la
India por la subcontratación de servicios genera un valor de 1,46 dólares, de
los que más del 75% regresa a manos del Tío Sam; y c) Norteamérica ha ganado
50.000 millones de dólares en los último cinco años con la deslocalización de
servicios a países como la India. Es decir, aunque la deslocalización de
servicios supone un indudable coste a corto plazo para determinados grupos de
trabajadores de un país, a medio y largo plazo los beneficios para los dos
países pueden llegar a ser considerables.
Stephane Cerf, es director de
Satyam en España
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