Demandas de película
El cine es otro de los jardines más abonados para las demandas. Lo puso de manifiesto hace pocos días Hasbro, al presentar una denuncia contra Asus por llamar a su última tableta Eee Pad Transformer Prime, nombre que recuerda demasiado a los famosos Transformers ideados por Hasbro allá por los años 80 y revitalizados recientemente con tres nuevas películas. Poco importó que una compañía realizara su actividad en el sector juguetero y otro lo hiciera en el informático.
Tampoco tuvo reparos Nintendo, allá por 2009, en demandar a los jóvenes autores de la cinta amateur The Hero of Time, basada en la saga de videojuegos The Legend of Zelda de la firma nipona. Ante una amenaza de tal calibre, los responsables de la cinta, unos meros aficionados al mundo del celuloide, no tuvieron más remedio que retirar la película a cambio de que Nintendo no les llevara ante los tribunales.
Los papeles se han invertido en otro litigio mucho más reciente, en el que ha sido David el que ha demandado a Goliath, o más concretamente, un equipo de béisbol de la Segunda División estadounidense a la todopoderosa Pixar. A la empresa propietaria de dicho equipo, los Atlanta Braves, no se le ha ocurrido mejor forma de promocionarse que querellándose contra la productora cinematográfica, que ha titulado a una de sus últimas películas Brave, recibiendo la correspondiente demanda. La cosa no tiene muchos visos de prosperar, máxime si se tiene en cuenta que mientras el filme está ambientado en Escocia, los Atlanta Braves toman su nombre de los guerreros de las tribus indias americanas.
Y más esperpéntica si cabe es la demanda interpuesta recientemente por Queen Mother Dr. Delois Blakely, una monja afroamericana del popular barrio neoyorquino de Harlem implicada en el movimiento indignado Occupy Wall Street, que ha exigido una compensación a Sony Pictures y Walt Disney por haberle robado la historia de su vida… hace casi 20 años.
Porque fue en 1992 cuando ambas compañías lanzaron la película Sister Act, en la que una monja negra cantaba góspel mientras ayuda a los desfavorecidos, algo que, al parecer, es lo que Delois viene haciendo desde hace mucho tiempo. Por algún extraño motivo, la monja no había caído hasta ahora en la cuenta de que allá por 1987 publicó sus andanzas en un libro que luego envió a varias productoras de cine, una historia que, en su opinión, debió caer en las manos de quienes luego impulsaron la película protagonizada por Whoopi Goldberg. Sea como fuere, la monja indignada reclama una compensación económica tanto por incumplimiento de contrato como por las ganancias en taquilla derivadas del filme y de la secuela y el musical que vinieron después.
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