Netflix ya disponía de un modelo de negocio que no funcionaba mal, pero no era nada especialmente revolucionario: llevaba películas al domicilio de los abonados y las recogía, una evolución sobre el modelo del videoclub. Pero un día una bombilla se encendió y tuvieron un atisbo, no del todo decisivo, sobre cuál debería ser su futuro: escindieron la compañía en dos partes, una que siguió dedicándose al alquiler de DVD enviados por correo y otra que puso un pie en el futuro apostando por difundir los contenidos en streaming a través de la Red.
En Netflix sabían que lo que hasta ese momento había sido su fuente de ingresos era un modelo de negocio llamado a extinguirse, pero los accionistas no recibieron con agrado dicha decisión y el precio de sus acciones descendió hasta en un 75 % en tres meses, hasta los $65 por título. Hoy, tan solo dos años después, la revalorización ha sido del 400 %. ¿La razón? En Netflix estaban convencidos de que acertaban al apostar por la difusión de contenidos en streaming así que al igual que ha sucedido en otros casos con anterioridad (Amazon, Facebook, Google…) hicieron algo bien sencillo: ignorar a Wall Street.
Continuaron con su trabajo, creyendo firmemente en lo que hacían, convencidos de que el modelo de negocio adoptado era el camino adecuado y de hecho el tiempo (y tampoco ha sido necesario tanto) les ha terminado por dar la razón y además (y esto también tiene su mérito) han sabido adaptarse a la nueva situación y dar pasos más largos por ese mismo camino: además de distribuir contenidos ajenos han comenzado a producir contenidos propios y en un caso ejemplar de adaptabilidad a las nuevas costumbres que ha ido adquiriendo el nuevo público, acostumbrado a bajarse las series de Internet y darse un “atracón” de varios episodios seguidos, no hace mucho decidieron que la primera temporada de su exitosa serie de producción propia “House of cards” se pondría al completo a disposición del público desde el mismo momento de su estreno, de manera que cada espectador pudiese contemplar en el momento que eligiera los capítulos de la misma: uno cada semana, uno cada día… o verlos todos del tirón. El espectador nunca había tenido tanta libertad. Y la respuesta del mercado de valores ha terminado premiando el éxito de la filosofía Netflix, que además ha ido ampliando los países en los que ofrece sus servicios, obteniendo un creciente número de abonados.
La obsesión casi enfermiza por los beneficios a corto plazo que resulta casi consustancial a la volatilidad de los mercados de Wall Street ha sido convenientemente soslayada por el proyecto establecido en Netflix, y finalmente se han salido con la suya, y ese éxito ha sido premiado con un espectacular aumento en la cotización de sus acciones.
Henry Blodget, de Business Insider, lo resume de forma meridianamente clara: si quieres crear valor para los accionistas comienza creando valor para los clientes. Anteponiendo a tus usuarios, a largo plazo el precio de la acción lo premiará.
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