MOOCs: ¿acabará la utopía gratuita en un futuro de pago?
Los cursos online, masivos y abiertos se enfrentan a su mayor reto: conseguir un modelo de negocio rentable y acabar con las altas tasas de abandono.
Los MOOCs democratizan y complementan, no sustituyen
Quizá el gran error está en pensar que llegaría un momento en el que cualquier persona de cualquier lugar del mundo podría sacarse una carrera en Harvard sin moverse de casa y sin pagar. Los MOOCs tienen sus limitaciones, sí, pero sus ventajas siguen siendo muchas y son muchos los que insisten en que sí se debe hablar de revolución.
“Todas las plataformas que se están desarrollando permiten el acceso al usuario a una formación de calidad que hasta ahora estaba solo en manos de los docentes universitarios”, explica Miguel Caballero, CEO de la plataforma de cursos online Tutellus. Marta del Pino, de Relaciones Institucionales de Universia, que están detrás de Miríada X, apunta que la revolución en el acceso a la educación universitaria existe por el simple “caracter abierto y el fácil alcance de este tipo de cursos a cualquier interesado en ellos”.
Los MOOCs tienen además otras ventajas, más allá de permitir a cualquiera con conexión a Internet poder hacer un curso en una universidad prestigiosa, con todo lo que eso significa para el acceso al conocimiento. Como explica Carlos Delgado Kloos, Catedrático de Ingeniería Telemática en la Universidad Carlos III de Madrid, donde dirige la Cátedra sobre Educación Digital Escalable para Todos, el “acceso a material educativo de calidad de forma gratuita” es solo el “impacto inmediato”, pero hay otros “secundarios”.
Como ejemplo, Kloos cita “el poder ver cuáles son las mejores formas de enseñar ciertos contenidos produce un efecto de aprendizaje y mejora global en los métodos de enseñanza de los profesores”, de forma que los MOOCs ayudan también a “mejorar la media de las capacidades docentes a nivel mundial”. Marta del Pino apunta también “la colaboración y el intercambio de conocimiento, experiencias y opiniones entre los alumnos” como otra de las ventajas menos obvias, además de la generación de “networking”.
Los MOOCs no sustituyen a la educación universitaria (Kloos los compara con un libro de texto, que “contiene el material a estudiar en una asignatura”, pero al que le faltan elementos como “la explicación personal del profesor” o “la práctica en el laboratorio”), y quizá muchos alumnos no acaben los cursos, pero está claro que cualquier persona que quiera puede acceder de forma gratuita a ese material. ¿Cuál es el problema de los MOOCs, entonces? ¿Por qué ya no se confía tanto en ellos como hace unos meses?