Algunos se refieren al ejemplo económico israelí como milagro. No es para menos; un Estado que nace en 1948, que luchó en sus primeros años para prosperar en una economía estancada y que hoy es el país que más porcentaje del PIB destina proyectos de investigación y desarrollo.
En 2011 un libro le presentó al mundo como una Start-up Nation, un concepto que resume el proceso de reconversión del país, capaz de transformar “un lugar desierto y sitiado” en un centro neurálgico de la alta tecnología.
“Hemos conseguido duplicar nuestra posición económica con relación a Estados Unidos mientras nuestra población se multiplicaba por cinco y librábamos tres guerras”, resumió entonces Gidi Grinstein, economista político israelí.
Hoy es un país con 4.000 compañías de tecnología, de las cuales 500 generan ingresos anuales de más de 20.000 millones de dólares.
El milagro israelí se explica por algunas singularidades del propio país y unas políticas de incentivos bien dirigidas. No obstante, y como todo modelo, se enfrenta a algunos problemas que podrían amenazar esta posición de liderazgo. ¿Se está agrietando la burbuja?
La Tierra Santa ha atraído peregrinos durante siglos. En los últimos años también la frecuentan inversores extranjeros con gran potencial. Un total de 80 de las 500 compañías más grandes del globo tienen subsidiarias dedicadas principalmente al I+D allí. Un ranking elaborado por The Startup Genome en 2012 situó a Tel Aviv como segundo lugar de emprendedurismo más importante del mundo, después de Silicon Valley.
El secreto de este logro tiene varias explicaciones, algunas estrechamente vinculadas a la forma de ver el mundo de la cultura israelí. Otras, menos singulares, responden a una política volcada en incentivar la innovación.
Para el Nobel de Economía Robert Solow, conocido por sus trabajos sobre la teoría del crecimiento económico, la innovación es la principal fuente de productividad y crecimiento. Es la única forma que tienen las economías para crecer de manera estable.
De acuerdo con los datos oficiales, el porcentaje del PIB destinado a I+D en Israel es del 4,3%, el más alto a nivel global, por delante de países como Finlandia (3,9%) o Corea (3,6%). La media de patentes por cada empleado en I+D es 2,4, la más alta del mundo, por encima de Japón y EEUU (con 1,7 y 03, respectivamente).
Israel es un Estado de apenas 22.000 kilómetros cuadrados y 8,2 millones de habitantes. Al contar con limitados recursos naturales –aunque los descubrimientos de petróleo y gas han reducido su dependencia del exterior-, históricamente ha trabajado a partir de la necesidad y de la cultura del “se puede”.
Unido a la innovación, el talento es el cultivo más valioso por el que el país comenzó a apostar y sólo así se explica que la alta tecnología suponga prácticamente el 50% de las exportaciones del país, según datos de 2012 que la embajada en España ha ofrecido a este medio.
El Gobierno tiene activos 37 programas-puente con universidades, instituciones de investigación y empresas a los que ayuda con importantes sumas de dinero. El carácter de los programas va desde las ayudas para adaptar productos que necesitan satisfacer necesidades específicas en mercados emergentes hasta la asistencia a profesionales y sus familias para que vuelvan a Israel y encuentren un empleo.
Cabe destacar que la financiación de empresas a través de subvenciones se hace a cambio de royalties. El Gobierno no obtiene una parte el negocio, sólo algunos derechos sobre las patentes.
Israel es uno de los pocos países del mundo con el servicio militar obligatorio para sus ciudadanos, una singularidad que influye en el innegable carácter emprendedor israelí.
“Si destacas en el instituto por tus dotes de líder, por tus resultados académicos o por ambas cosas, una de las unidades de élite de las IDF [siglas que hacen referencia a las fuerzas de defensa israelíes] te fichará y multiplicará tus habilidades con un proceso de formación intenso y una impagable experiencia sobre el terreno”, escriben Dan Senor y Saul Singer en Start-up Nation.
La implicación de la cultura militar también es un rasgo al que alude Aldo (Ami) Levin, ministro-Consejero de Economía e Innovación en la embajada española de Israel, en la entrevista con Silicon News. Haber recibido una educación militar significa ir a combate y estar al mando de equipos de decenas de personas y trabajar con tecnologías valoradas en millones de dólares. Las decisiones de vida o muerte, el trabajo en equipo y el enfrentamiento a grandes retos son el pan de cada día. Estas cualidades son muy valoradas en cualquier empresa.
Pero a pesar de las ayudas estatales a la creación de empresas, la cultura militar que bebe de disciplina y trabajo en equipo y una proporción de población con estudios superiores que roza el 50%, Israel también sufre del mal que afecta a las principales economías mundiales: la amenaza de escasez del talento. La tasa de matriculación en carreras relacionadas con las matemáticas está cayendo considerablemente.
El fervor emprendedor se está ralentizando. Según datos del Centro de Investigación IVC que analiza el ecosistema tecnológico israelí, en 2013, se establecieron en el país 540 startups, por debajo de las 618 de 2012. En cuanto al número de empresas creadas la cifra de 2013 muestra una desaceleración; en ese año se crearon 780 empresas, por debajo de las 961 de 2012 y las 818 de 2011.
El número de transacciones también ha caído en los últimos tres años, aunque el valor de cada una de ellas se ha multiplicado. Esto es, hay menos movimiento inversor, aunque de más peso. La industria ha madurado y las compañías esperan a ser grandes y ser vendidas por más dinero.
Entre las compañías foráneas que han invertido en talento israelí en los últimos 9 años destacan Cisco, HP, IBM, Google, EMC, Apple o Intel. Cisco pagó 5.000 millones de dólares por comprar NDS en 2012. Mercury fue adquirida por HP en 2006 por un total de 4.500 millones de dólares y Google pagó por Waze 1.196 millones en 2013. Apple cerró en 2011 y 2013 dos compras relacionadas con el negocio de semiconductores por casi 800 millones.
¿Qué ocurre con estas compañías una vez son adquiridas por gigantes del otro lado del charco? Trasladan a sus equipos (talento) fuera de Israel o se convierten en centros de I+D.
Este fenómeno, al que hacía alusión Reuters recientemente, también preocupa a Levin. “Muchos jóvenes crean sus empresas con la idea de que sean adquiridas por otras y marcharse del país”, lamenta. El verdadero reto de las autoridades no es tanto el de atraer a la industria sino el de mantenerla.
“Sólo el I+D se mantiene aquí, ni ventas, ni logística. Necesitamos empresas que creen empleo no sólo para ingenieros y programadores”, declara a la agencia de noticias Dov Moran, que vendió su compañía a SanDisk por 1.600 millones de dólares.
Preguntado por las empresas que producen allí, Levin, sólo alude a una: Intel.
Intel Israel fue fundada en 1974 con 5 empleados. Ahora emplea a 10.085 trabajadores (crea un total de 30.000 de empleos indirectos). “Es un componente importante en la economía del país”, nos comenta Guy Grimland, portavoz de la filial israelí, a través de correo electrónico.
De este centro israelí de Intel salieron los procesadores 8088 que IBM eligió para sus PC en 1978, la familia Pentium, el chip Centrino, la primera generación de Intel Core y los Sandy Bridge, entre otros muchos.
En los 41 años de vida en Israel, Intel ha exportado 39.000 millones de dólares, el 70% de las plantas de producción.
A pesar de tener todos los componentes para el éxito, Israel necesita de una política capaz retener el talento propio, de cultivarlo y dejarlo crecer. Tomar como ejemplo a Check Point; empresa israelí de seguridad creada en 1993 que cerró 2014 con unos ingresos de 1.496 millones de dólares y un beneficio operativo de 866 millones.
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