Si uno se limita a leer los titulares de los últimos meses, podría parecer que de pronto los hackers han decidido unirse en grupos para realizar acciones conjuntas en nombre de alguna causa. Pero no es así: ni Anonymous ni LulzSec han inventado el fuego, y ni siquiera han sido los primeros grupos de hacktivistas en tener repercusión mediática. El hacktivismo existe desde los años 80 y, aunque todo comenzó como simple actividad lúdica, la defensa de una causa mediante el hackeo se añadió pronto a estos grupos.
La historia de Anonymous es de sobra conocida desde que el año pasado, para protestar contra la persecución a la que estaban siendo sometidos Julian Assange y Wikileaks, se dedicó a tumbar las webs de las compañías o instituciones que boicoteaban al grupo: desde Mastercard hasta PayPal, ninguna web resistió a los ataques. Al reivindicar sus acciones, el grupo aseguraba que actuaba en defensa de la libertad de expresión y de la transparencia.
Pero, ¿son siempre las causas de los hacktivistas tan aparentemente nobles? ¿Hay siempre una razón ideológica de fondo o todavía se hackea por el placer intelectual de descifrar un código? Hay casi tantas razones como grupos de hacktivistas, aunque sí existen unas líneas generales.
Los mayoritarios: la causa política
Hay muchas causas que provocan la unión de hackers en grupos, pero la mayoritaria es sin duda la de corte político: el camino de Anonymous llevaba abierto ya muchos años. Uno de los primeros grupos surgidos con afán político por la defensa de temas como la libertad de expresión o el software libre fue 1984 Network Liberty Alliance, formado en Francia como respuesta a la instalación de misiles nucleares que estaba teniendo lugar en Alemania. Sus acciones, no obstante, rara vez pasaron de organizar reuniones en las que se entrenaba a activistas a utilizar los ordenadores para su causa o el hackeo de software.
La protesta antinuclear fue también la que propició el nacimiento de milw0rm, un grupo que en 1998 realizó el mayor ataque hacker hasta la fecha y que obtuvo una gran repercusión mediática. El objetivo del ataque fue el Centro de Investigación Atómica Bhabha (BARC) en India y el resultado fue que los hackers (en su mayoría adolescentes americanos e ingleses) tomaron el control de seis servidores, borraron los datos en dos de ellos, y tuvieron acceso a información clasificada y correos electrónicos sobre las actividades nucleares que se estaban llevando a cabo. Durante el ataque, las webs del BARC mostraron mensajes antinucleares.
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