Los últimos coletazos de Internet Explorer
Aunque el navegador de Microsoft sigue siendo el primero para equipos de escritorio, Chrome va camino de adelantarle.
Algo está pasando en el mercado de los navegadores, donde los tres principales contendientes libran una lucha desigual. Tras haber atravesado un largo periodo para el olvido, Firefox ha conseguido estabilizarse durante 2015 en torno al 12 % de cuota en lo que a navegación desde equipos de escritorio se refiere. La segunda opción favorita para los usuarios que se conectan a Internet desde un ordenador portátil o de sobremesa, que es Chrome, no ha dejado por su parte de crecer y crecer. Tanta ha sido su mejoría que se sitúa muy cerca ya del primer puesto mundial, que en estos momentos continúa en manos de Internet Explorer. El que ha sido tradicionalmente el navegador número uno comienza a perder tracción, y eso es algo que pocos podían imaginar hace unos años.
Microsoft compite en navegadores con otras grandes compañías que desarrollan software como Google y la Fundación Mozilla, las responsables de Chrome y Firefox, respectivamente. Pero también con Apple y su navegador Safari o con el Opera que toma el nombre de Opera Software, por ejemplo. A la vez que domina en navegación web desde ordenadores, lo hace en sistemas operativos para este mismo tipo de dispositivos de la mano de un incombustible Windows, que durante una época llegó a integrar Internet Explorer por defecto, por lo que los usuarios no parecían tener más opciones si querían realizar ciertas operaciones online. Pero esos tiempos se acabaron. Primero se atajó esta situación vía multa por monopolio. Y ahora con el alejamiento de los usuarios de la propuesta que ofrecen desde Redmond. Internet Explorer ya no cuenta con el respaldo de la mayoría.
Según las cifras de Net Applications para el mes de febrero que acaba de terminar, Internet Explorer es elegido por el 44,79 % de los usuarios que tienen una computadora. Su participación ha caído por debajo del 50 % que había ido marcando las diferencias con el resto, de hecho lo hizo por primera vez en diciembre. El navegador de Microsoft cerraba el año pasado con un 49,1 % de cuota a pesar de que lo había empezado con casi diez puntos porcentuales más, y sin que Chrome, Firefox, Safari y Opera unidos consiguiesen hacerle sombra. Entre los cuatro se tenían que conformar con un 41,43% de popularidad. En la actualidad, basta con juntar a Chrome y Firefox para marcar un 48,24 %. El retroceso de Internet Explorer es evidente porque no ha habido un sólo momento en los últimos doce meses en el que haya conseguido frenarse.
Desde verano, la numeración que ha estado sosteniendo el tirón ha sido Internet Explorer 11, que aporta hasta el 23,16 % de ese 44,79 % de participación total que tiene Internet Explorer. Por versiones, las diferencias que existen entre unos navegadores y otros son bastante más reducidas, ya que Chrome 48 le pisa los talones con un 22,1 %. Pero, ¿qué es lo que ha pasado? ¿Cómo se explica cada evolución? La caída de Internet Explorer tiene una explicación. O varias. En primer lugar, la propia Microsoft ha generado la competencia en casa al lanzar un segundo producto. Microsoft Edge debutó pensando en el sistema operativo Windows 10, como una alternativa más moderna y, aunque en las estadísticas de Net Applications no sale su nombre directamente, la compañía de Satya Nadella ha puesto mucho ganas en su desarrollo. Eso sí, Windows 10 todavía no está siendo masivamente utilizado.
Más allá de la apuesta por Microsoft Edge por parte de los creadores de Internet Explorer y del lanzamiento de Windows 10, otra causa del debilitamiento de Internet Explorer es el cese del soporte de versiones previas. El 12 de enero, se abandonó el soporte técnico para las versiones más antiguas de Internet Explorer, como Internet Explorer 8, Internet Explorer 9 e Internet Explorer 10. Microsoft dejó de ofrecer actualizaciones de seguridad para la versión más reciente disponible en el mercado para un sistema operativo soportado. Así, por ejemplo, los dueños de dispositivos Windows 7, Windows 8.1 o Windows 10 se han visto obligados a pasarse a Internet Explorer 11… o a cualquier otro navegador de la competencia. De lo contrario, el riesgo es evidente. Podrían convertirse en víctimas de los ciberdelincuentes al no tener acceso a parches periódicos con los que protegerse.
¿Hay futuro para los navegadores?
Al ritmo actual, y teniendo en cuenta la débil resistencia que impone Internet Explorer, Chrome podría acabar en la primera posición del ranking de navegadores de escritorio este mismo año. Incluso en cuestión de unos pocos meses. Nos referimos a la clasificación que elabora Net Applications, porque en otra lista como la que suele revisar mes a mes StatCounter ya ha ganado Chrome. Los datos de esta segunda consultora han dado a Chrome un 55,33 % de cuota en febrero de 2016 y hasta colocan a Firefox por delante de Internet Explorer, con un 14,67 % frente a un 13,38 %. Además de usar un método de recuento diferente, hay que señalar que StatCounter se refiere a navegadores compatibles con dispositivos de escritorio, tabletas y consolas, por lo que el concepto se amplía algo más. Así las cosas, parece que el futuro de Chrome en forma de navegador de éxito está escrito. La duda es si el de los navegadores, como producto, va a ser igual de brillante.
¿Cómo va a evolucionar la web y todos sus herramientas asociadas? ¿Qué cabe esperar de las conexiones a Internet en el futuro? Aunque los ordenadores siguen generando ventas, al ser usados en el hogar y en la oficina, su propuesta se ha debilitado con la aparición de alternativas muy potentes que se pueden transportar de un lado a otro. Hablamos de los smartphones, los phablets y las tabletas que en ocasiones se transforman en portátiles totalmente funcionales. Incluso los wearables están presentando sus credenciales. El “boom” de lo móvil es innegable. En estos dispositivos con formatos de pantalla más reducida, es posible ver las páginas con diseños poco a poco más responsive desde los navegadores. En su caso, el catálogo parte de Chrome y Safari, y pasa por el navegador de Android, Opera Mini, Internet Explorer, Firefox y otros. Pero también hay que recordar que los usuarios móviles basan buena parte de su experiencia en las aplicaciones.
Para actualizar el estado de Facebook, enviar un correo con Gmail, buscar información en la Wikipedia, reproducir un vídeo de YouTube o buscar un restaurante en TripAdvisor, entre otras cosas, no hace falta abrir el navegador, introducir la URL y esperar a que cargue la página correspondiente. Basta con tener instalada la aplicación de cada uno de estos servicios. Google, una de las páginas más consultadas, también tiene app. Y la forma de informarse ha cambiado. Para saber qué está sucediendo en tiempo real ni siquiera hace falta tomar la iniciativa, porque herramientas como Google Now o los sistemas de notificaciones alertan por su cuenta en cuanto algo relevante sucede. Eso por no hablar de redes sociales y la mensajería, fuentes de datos inmediatas. Con sólo entrar en Twitter se conocen los temas importantes del día. Vía WhatsApp se solucionan también muchas dudas. Y hay quien no necesita nada más. Al final dependerá de la capacidad de adaptación de los navegadores, para otorgar inteligencia, personalización, sincronización, universalidad e incluso un buen manejo de las pestañas.