Plinio el Viejo fue uno de esos naturalistas inquietos que se dejó la vida tratando de satisfacer su ansia de conocimiento. Aquello de que la curiosidad mató al gato pero al menos murió sabiendo puede aplicarse al desenlace de la interesante vida de este historiador romano fallecido en el año 79 de nuestra era al acercarse a la erupción de un volcán.
Eran otros tiempos y no disponían de herramientas como los minihelicópteros manejados por control remoto susceptibles de montar cámaras y/o aparatos de medición capaces de ofrecer datos desde el mismo cráter de un volcán o, ya por ir a ambientes extremos pero menos violentos o peligrosos, aportar información sobre la evolución de las corrientes de aire helado de la plataforma antártica. Situaciones que podrían suponer riesgo para un investigador humano o llegar allí donde mientras no desarrollemos alas no podríamos llegar por nuestros propios medios o para conseguirlo deberíamos contar con vehículos de mayor tamaño, más pesados, más caros…
Un pequeño dispositivo dotado de varias hélices que le proporcionan impulso, sustentación y capacidad de maniobra (especialmente en medio de fuertes y cambiantes corrientes de aire) que incluso llegado el caso se puede “sacrificar” o asumir su pérdida o determinados daños a costa de una pérdida económica menor que un helicóptero con tripulación humana. Un drone puede enviar en directo imágenes o datos y si un repentino brote de ardiente lava le salpica en ese momento se acabó la transmisión pero ha estado ofreciendo información hasta el último momento desde un emplazamiento al que hubiera sido imposible acceder por otro medio.
En concreto investigadores de la Universidad de Boulder (Colorado, USA) han empleado drones para medir las corrientes de aire polar que se desplazan desde el Ártico hasta Terranova lo que permite comprender la formación del hielo sobre las aguas del Océano Polar Ártico, lo que conlleva la producción de pesadas masas de agua salada que se precipitan al fondo del lecho oceánico y tienen como consecuente la producción de mareas a escala global.
Según el jefe del equipo investigador a lo largo del invierno, cuando realizaron su toma de datos mediante estos drones, nadie habría podido hacer volar con seguridad una aeronave en esas condiciones atmosféricas sin poner en riesgo la integridad de quienes ocuparan el hipotético avión, por lo que el uso de estos vehículos robotizados, no tripulados y pilotados a distancia ha sido determinante.
Es un trabajo duro pero alguien tiene que hacerlo.
vINQulo
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