Los expertos explican que la sustancia puede añadirse a las zonas del hueso natural de un paciente que estén dañadas, y actuar como armazón proteico que permita a las nuevas células crecer y regenerar el hueso.
Básicamente, el material se forma a través de una mezcla de fosfato cálcico, sílice y oxido de zinc, que se introduce en una impresora 3D especial que se encarga de prensar todos los ingredientes.
Acto seguido, la masa obtenida se tiene que calentar durante dos horas a una temperatura de 1250 grados, lo que permitirá obtener el material final.
El invento lleva desarrollándose desde hace cuatro años y el director del proyecto, Susmita Bose, espera que pueda emplearse con éxito en campos como el ortopédico y dental.
Por ahora ya han tenido resultados positivos al aplicar el material en ratones y conejos.
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