Lei Jun es Steve Jobs
Conocida por ser la cuna de la imitación, esta vez China se ha superado a sí misma clonando a Apple y a uno de sus co-fundadores. O algo parecido.
Es uno de los mercados emergentes más prometedores, tanto que este año ha conseguido situarse en los rankings mundiales como principal importador de tecnología de la información. Pero China quiere ser más. Ansía competir con el lanzamiento de sus propios gadgets, ya sea mediante el genio innovador o imitando directamente las creaciones de grandes nombres de la industria como Apple. Su obsesión con la firma de la manzana mordida es de sobra conocida y ha alcanzado cotas realmente extraordinarias, desde copiar una tienda entera, con sus réplicas de MacBooks, iPads y iPhones, sus empleados ataviados con el uniforme azul de rigor, su escalera de caracol, su área de descanso en la zona superior y su enorme manzana blanca en la fachada, todo totalmente falsificado, hasta comercializar un mellizo “low-cost” del iPhone 5 antes de su presentación oficial, el Goophone i5.
Y lo mejor todavía estaba por explotar: el gigante asiático ha replicado a la propia Apple, con clon de Steve Jobs incluido. O algo parecido.
Xiaomi Technology floreció en la primavera de 2010 de la mano de Lei Jun, un ángel inversor caído del cielo para el mercado local que anteriormente ya había co-fundado varias startups, entre ellas el servicio de Internet Joyo.cn que acabó absorbido por la mismísima Amazon.com y rebautizado como Amazon China. Aunque no fue hasta el lanzamiento en septiembre de 2011 del Xiaomi Phone, también conocido como MI-ONE, que la nueva aventura de Lei saltó a los titulares. Este teléfono de gama alta soportaba Android, incorporaba cámara de 8 megapíxeles, lucía pantalla táctil de Sharp y estaba alimentado por un procesador dual-core Qualcomm Snapdragon S3, como principales señas de identidad. Y a pesar de todo ello sólo costaba unos 310 dólares al cambio, menos de la mitad del precio habitual para un smartphone de estas características.
Ahí comenzó su leyenda entre los usuarios chinos. Sobre todo porque el fabricante con base en Pekín decidió limitar de manera intencional la producción de su producto en pequeños lotes para, por un lado, evitar la acumulación de excedentes y, por otra parte pero no menos importante, poder centrarse en las necesidades de sus clientes y satisfacer al máximo sus deseos. Al contrario que otras marcas chinas como ZTE, Huawei o incluso Lenovo, Xiaomi no responde a la pauta de asociación con un operador de telecomunicaciones para maximizar la demanda por decenas de millones. Controla la mayor parte de sus pedidos a través de su página web y tiene por lema perseguir la satisfacción del cliente, no las ventas. Y esto le sirve como estrategia de marketing, provocando que sus fanboys particulares adoren las piezas únicas que les ofrece, al más puro estilo Cupertino, y estén dispuestos a lo que sea por hacerse con una el mismo día que salen online. Incluso tomarse el día libre en el trabajo.
Por ejemplo, el primer pack de 50.000 terminales Xiaomi MI-2 que estuvo disponible se agotó en cuestión de dos minutos. Desde la liberación de esta segunda versión del smartphone de Xiaomi Technologies a finales del pasado mes de octubre ya se han colocado 300.000 unidades. Y la compañía cree que, apenas un año después de comenzar a vender sus teléfonos, será capaz de rebasar los 7 millones en comparación con los 2 millones que se había fijado como meta inicial. A favor cuenta con la mejora de las especificaciones técnicas de su celular, especialmente la inclusión de un chip quad-core Snapdragon S4 que lo equiparan cada vez más con las prestaciones de rivales de gama alta tipo Samsung Galaxy III o el tan deseado iPhone. Esto es, machacando a ambos en rendimiento gráfico a pesar de que cuesta mucho menos. En la balanza negativa, su grosor, su peso y su diseño, todavía perfeccionables.
Con iOS como referente
Al igual que la firma del “Think Different”, este prodigio chino desarrolla también su propio software, aunque con ciertos matices. Los terminales Xiaomi vienen precargados con el firmware MIUI, una variación de Android que aporta conmutadores a la ventana de notificaciones, un marcador alterado para crear coincidencias con la libreta de contactos, una interfaz novedosa y aplicaciones particulares, desde un reproductor de música (MIMusic) a la galería de imágenes (MIGallery) o el servicio de mensajería instantánea (MITalk), entre otras cosas. El resultado no está exento de polémica, ya que ha sido comparado en numerosas ocasiones en funcionalidades y aspecto con la plataforma de Apple, marcando un punto de encuentro adicional.
Otra similitud se encuentra en la figura de Lei Jun que, más allá de casualidades paradigmáticas, el directivo se sube a los escenarios de los grandes eventos con atuendo informal compuesto por pantalones vaqueros y camiseta negra. No llega al extremo de los jerséis de cuello vuelto, pero se acerca. Lleva a rajatabla el guión que ordena teñir con un aura de exclusivismo a sus productos. Y ha logrado que su empresa sea valorada por los analistas en 4.000 millones de dólares, justo el año que se espera que alcance los 2.000 millones de dólares en ventas y los 200 millones de dólares en beneficios netos. Las cuentas comienzan a cuadrar para todo el mundo. Hace ahora doce meses, Xiaomi obtenía 90 millones de dólares en financiación a través de una iniciativa de recaudación de capital que atrajo a inversores foráneos como IDG Capital, Temasek Holdings y Qualcomm, y el verano pasado sumó otros 216 millones de manos del fondo soberano de riqueza de Singapur y de algunos amigos personales del propio Lei.
Parece que nadie quiere perderse la oportunidad de participar en el alumbramiento de esta Apple china. Pero, ¿conseguirá eclosionar o se quedará en promesa rota?
Imagen destacada: Forbes (www.forbes.com)