Uno de los mayores vendedores de turbinas, B&Q, es una cadena de tiendas de hardware propiedad de Kingfisher, que las vende por 1.500 libras (2.200 euros).
El precio es elevado todavía, pero los que las utilizan aseguran que se acaba rentabilizando, porque la energía que les sobra terminan vendiéndola a las compañías eléctricas. “He exportado un 20 por ciento más de lo que he importado este año”, asegura Donnachadh McCarthy, el primer londinense que obtuvo permiso para poner una turbina en una casa que estaba ya llena de dispositivos de energía renovables.
Él fue el primero, pero esta decisión de no utilizar el petróleo (principal causa del cambio climático) ha dejado de ser una excentricidad en este país.
Incluso el líder del partido conservador en la oposición, David Cameron, instaló una turbina y paneles solares en su casa situada en el oeste de Londres.
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