Según las estimaciones de Naciones Unidas, en 2050 el 70% de la población mundial vivirá en ciudades. Los expertos coinciden en que es este el momento de dotar de inteligencia a las grandes urbes, de volcar recursos tecnológicos y científicos que ayuden en el desarrollo de un crecimiento económico y medioambiental sostenible.
En una mesa presidida por el Secretario de Estado de Telecomunicaciones y para la Sociedad de la Información, Víctor Calvo-Sotelo, representantes institucionales y organizadores del Congreso han mostrado el aperitivo, el indicio de lo que va a ponerse sobre la mesa en la ciudad condal.
Calvo-Sotelo ha prometido que el Ministerio de Industria y el brazo que sirve a las TIC, Red.es, serán el vínculo, “el clavillo del abanico” de todas las iniciativas que allí se presenten. Y aunque con un “modesto presupuesto”, ha prometido que el ente público prestará apoyo técnico al evento.
El primer síntoma de este apoyo se ha escenificado en Madrid. El encuentro con la prensa ha tenido lugar en la Secretaría de Estado de Telecomunicaciones y para la Sociedad de la Información. En el centro del debate, una dicotomía: smart cities y crisis. ¿Son estos términos enfrentados?
La respuesta, aunque en diferentes bocas, la misma.
Es ahora el momento idóneo, coinciden, para buscar nuevos modelos económicos y de gestión. Los cambios, en un contexto de opulencia económica son más difíciles de llevar a cabo.
Además, dotar de inteligencia a una ciudad en plena crisis económica no es ya una opción, explican, es parte de la solución. “La situación es lo suficientemente compleja como para necesitar ciudades inteligentes”, sentencia Rafael Achaerandio, de IDC.
Dotar de inteligencia una ciudad significa para Antoni Vives, tercer Teniende de Alcalde del Ayuntamiento de Barcelona, sostenibilidad ambiental y económica, nuevas tecnologías e inversión (privada sobre todo).
Ha señalado la necesidad de un nuevo modelo “de abajo arriba”, de la ciudad a la industria, que aporte las soluciones necesarias. El problema es para Vives, que hoy “todo el mundo vende” soluciones, pero las ciudades “no saben” lo que necesitan. Es esta situación la causante, a su parecer, de “todos los lodos” que ahogan el escenario actual.
Invertir para ahorrar
Las grandes urbes son para el político catalán “fábricas de vivir obsolescentes” que sólo sirven para vivir. Una smart city tiene que servir también para producir, por ejemplo, la energía que se necesite. Esto, en otras palabras, quiere decir sostenibilidad ambiental. También económica.
Y es imposible alcanzarlo sin inteligencia, tampoco sin inversión.
Una ciudad inteligente no es un lujo, es una necesidad, coinciden los ponentes. Quien no apueste por ello tiene todos los visos de quedarse en el camino. “Desaparecerá como jugador global”, vaticina Vives.
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